sábado, 27 de diciembre de 2008

Tiempo de Navidad 2008/2009


1) DOMINGO EN LA INFRAOCTAVA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

La Misa de hoy nos dice que “el Verbo bajado del cielo en la noche” de Navidad (Int.) es el mismo “Hijo de Dios, que viene a darnos parte de su herencia, a fuer de hijos adoptivos” (Ep.). Antes el hombre era efectivamente como un “heredero que, en su minoridad, en nada difería del siervo” (Ep.); mas ahora que la Ley nueva le ha emancipado de la tutela de la antigua, no es ya esclavo, sino hijo (Ep.).
Al revelarnos esta filiación sobrenatural de Cristo, que toca más de cerca de nuestras almas en este Tiempo de Navidad, la liturgia hace que brille más refulgente ante nuestras miradas la divinidad bajo el aspecto de la Paternidad. Así pues, el culto de los hijos viene a resumirse en aquella palabra pronunciada juntamente con unos labios y una vida santa: “¡Padre! ¡Padre!” (Ep.). En Evangelio nos descubre también cual será el papel grandioso de ese NIÑO habrá de desempeñar en el mundo. “ÉL ES EL REY, CUYO REINADO ALCANZARÁ HASTA LO MÁS HONDO DE LOS CORAZONES”. Para todos será una piedra de toque; para los que le han de perseguir será una piedra de tropiezo, y PIEDRA ANGULAR PARA MUCHOS EN ISRAEL (Ev.).
El Introito alude a la noche lúgubre en que el Ángel del Señor hirió de muerte a los primogénitos de Egipto, preparando así la liberación de Israel; imagen de la noche sacratísima en que la VIRGEN MARÍA dio al mundo al SALVADOR , venido precisamente para libertar a la pobre humanidad.

“Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, en especial cuando hagáis algún sacrificio: “¡OH JESÚS! Es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en desagravio por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”. Nuestra Señora de FÁTIMA. 1917.

2) 31 de diciembre: SAN SILVESTRE I, Papa y Confesor

La Iglesia reproduce en su liturgia las distintas fases de la existencia de su divino Fundador.
Acaba de nacer el NIÑO DIOS, y ya es perseguido por Herodes; la Iglesia todavía en la cuna, envía al cielo a su primer mártir, al diacono ESTEBAN; y sus 25 primeros Papas mueren también mártires.
Bajo el pontificado de SILVESTRE I (314-335), después de 300 años de persecución, empieza a gozar de su más preciado bien, que es la libertad. Entonces cunde pletórica de vida por todo el Imperio Romano, y el Concilio de Nicea (año 325 el primero ecuménico), presidido por el gran OSIO de CÓRDOBA y confirmado por el Papa SAN SILVESTRE I, vindica victoriosamente contra Arrio la divinidad de Cristo, de que está completamente embebida la liturgia de esta tiempo.
Éste decretó asimismo que sólo el obispo debe consagrar el Crisma; que en la administración del bautismo debe el sacerdote ungir la cabeza del bautizado; que los diáconos deben vestir la dalmática y llevar el brazo izquierdo el manípulo, y, por fin, que el Sacrificio del altar ha de ofrecerse sobre el mantel de lino. Fijó también para los que entrasen en las Órdenes sagradas cierto tiempo, durante el cual deberían ejercer sucesivamente su Orden en la Iglesia, antes de ser promovidos a grado más alto. Vivió 21 años y seis meses en el pontificado romano.

“Creemos que la predicación es muy necesaria y laudable (…). Mas en todos los lugares donde los herejes manifiestamente persisten, y reniegan y blasfeman de Dios y de la Santa Iglesia Romana, creemos es nuestra deber confundirlos de todos modos según Dios, disputando y exhortando y, por la palabra del Señor, como contra adversarios de Cristo y de la Iglesia, ir contra ellos con frente libre hasta la muerte. Papa INOCENCIO III, Eius ejemplo.

3) 31 de enero: CIRCUNCISIÓN DEL SEÑOR

La Liturgia de hoy celebra como tres fiestas juntas:
I) La primera es la que los Sacramentarios antiguos designan con el título de “En la Octava del Señor”. Hace ya ocho días que JESÚS nació.
II) La segunda fiesta nos recuerda que tenemos con nosotros a JESÚS, después de Dios se lo debemos a MARÍA”. De ahí que antiguamente se celebrase en este día una misa en honor de la Madre de Dios en la Basílica de Santa María la Mayor. Un rastro de ello nos queda aún en la oración secreta y poscomunión de hoy, sacadas todas de la misa votiva de La Santísima Virgen.
III) La tercera fiesta, es la de la Circuncisión. MOISÉS impuso en nombre de Dios ese rito purificatorio, imagen del Bautismo, a todos los israelitas varones el día octavo de su nacimiento (Ev.). Era una figura del bautismo, por el cual el hombre es espiritualmente circuncidado. “Veis, dice SAN AMBROSIO, como toda la Ley Antigua fue la imagen del futuro: porque la circuncisión significa la EXPIACIÓN de los pecados. El que es circuncidado espiritualmente por la poda de sus vicios, es juzgado digno de las miradas del Señor” (3 Noct.). Esa sangre divina fue la primera que vertió el SALVADOR para lavar con ella nuestras almas, y así nos inculpa la Iglesia como hemos de cortar todo brote vicioso que en nosotros veamos. “JESUCRISTO se entregó a Sí mismo, para redimirnos de toda inequidad, y PURIFICARNOS” (Ep.). “Dígnate, Señor, purificarnos mediante estos Santos Misterios, y esta comunión nos purgue de nuestros pecados”. (Sec. y Posc.).

*El domingo después de la Circuncisión o el 2 de enero Fiesta del Santísimo Nombre de Jesús. El 6 de enero Epifanía del Señor (Los Reyes Magos)*.

“No todos los pecados, aun graves, separan por su misma naturaleza al hombre del Cuerpo de la Iglesia, como lo hacen el cisma, la herejía o la apostasía.
Ni la vida se aleja de aquellos que, aun cuando hayan perdido la gracia pecando (…) retienen, sin amargo, la fe y esperanza cristianas, (…) y son excitados por Dios a orar y arrepentirse de su caída”. S. S. PÍO XII, Mystici Corporis.

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus

Córdoba de la Nueva Andalucía, 27 de diciembre del Año del Señor de 2008.
Fiesta de San Juan Evangelista, artista místico, y profeta.

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martes, 23 de diciembre de 2008

San Juan Evangelista


En el Niño de Belén adoramos en este tiempo a todo un Dios. Parecía natural que SAN JUAN, siendo como es el Evangelista de la Divinidad de Cristo, se encontrara ahora junto a su cuna.

El Niño Dios gusta rodearse de almas puras; MARÍA es la Virgen por excelencia, que lava sus vestidos en la sangre del cordero; JOSÉ su Esposo virginal; ESTEBAN es el primer mártir. Coronado con la aureola de los que han vencido su carne, llegó a ser el discípulo predilecto de Jesús, y hasta se le dio reclinar su cabeza sobre el pecho de Jesús, en la Cena, (Ev.). Merced a su angelical pureza, de aquel costado bebió la sublime sabiduría que le distingue y le valió la aureola de los Doctores (Epist. Int.). A SAN JUAN debemos las páginas más hermosas acerca de la Divinidad del Verbo encarnado, su represente cual águila caudal que se cierne en las alturas. También se ve decorado con la aureola de mártir, pues se le submergió en un perol de aceite hirviendo, aunque no muere por ello.
Adoremos y confesamos con que SAN JUAN al Verbo hecho carne, que habita ya y habitará entre nosotros hasta la consumición de los siglos; e imitemos su pureza, pues Dios se complace en morar con los limpios de corazón.

De un reconocido autor: “Entre las extrañas cosas que nos relata ANA CATALINA DE EMMERICH se cuentan las que se refieren a SAN JUAN EVANGELISTA. En sus visiones, ANA CATALINA nos lo ha descripto en plena juventud, junto al Maestro; en compañía de la Virgen, después de la Ascensión del Señor; viajando y fundando comunidades, particularmente en Asía Menor; redactando sus obras y enseñando a sus discípulos; en fin en la hora suprema de su muerte maravillosa, que es como toda su vida y sus escritos una lumbre sorprendente que habita el mundo, lo hace diáfano en la significación d sus raíces celestes, o lo promueve a sus verdaderos niveles de transfiguración. Todo lo que es sombra se aparta, todo lo que es lumbre se adensa, todo lo es forma se configura diáfanamente, todo lo que fuego arde y crepita en la suprema instancia de una vibración divina y absoluta. Así como JUAN hacía con las cosas en Éfeso o en Roma, frente a las potencias tenebrosas del “dios de este mundo”: en Éfeso – dice ANA CATALINA – debió enfrentar esos poderes con su palabra iluminante: ante una copa de veneno mortífero, con las manos atadas, desvalido y solo, separa con su verbo escindente las tinieblas, que salen del cáliz como un vapor negruzco, y congrega en cambio la luz, que se adensa en la bebida ahora inofensiva…”.

Son lecturas del mes de diciembre de 2008: San Esteban Promártir, Los Santos Inocentes, mártires, Santo Tomás de Cantorbery, obispo y M.

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus

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martes, 16 de diciembre de 2008

Imitación de la Santísima Virgen


Bajo el modelo de la Imitación de Jesucristo, obra escrita por un sacerdote francés y traducida al español. Novísima Edición. “Unius vita omnium disciplina”. S. AMBR., de Virg. 1.2.

Librería de la Vda de CH. BOURET París - México año 1896 (sic) propiedad del Editor. 323 págs.

Libro I: En el se consideran la vida y las virtudes de la Santísima Virgen, desde su Inmaculada Concepción hasta el nacimiento de su Divino Hijo en Belén.

Capítulo 1: Imitación de las virtudes de la Santísima Vírgen.

¡Bienaventurados lo que no se apartan de los caminos que yo les he señalado! ¡Dichosos aquel que escucha lo que yo le digo por medio de los ejemplos que le dado! (Prov. VIII, 52, 34).

La Iglesia, poniendo estas palabras en los labios de María, nos exhorta a estudiar la conducta que esta Reina de los Santos observó sobre la tierra, y a imitar lo que nosotros admiramos en ella.
¡Dichoso en efecto el que imita a María; pues imitándola, imita a Jesús, Rey y primer modelo de todas las virtudes.
La vida de esta Virgen es una lección universal. En ella se aprende cómo es necesario conducirse en la prosperidad y en la adversidad, en la súplica y en trabajo, en los honores y en las humillaciones.
Nosotros no arribaremos jamás a la perfección que daba a todas sus acciones; pero aquel será más perfecto que menos se separe de ella.
O vosotros lo que hacéis profesión de servir a María, ¿queréis conformaros con este modelo excelente? Pues imitad, en cuanto este de vuestra parte, la vivacidad de su fe, la prontitud de su obediencia, la profundidad de su humildad, las atenciones de su fidelidad, la pureza de sus intenciones y la generosidad de su amor.
¿Quién de vosotros, ayudado del socorro divino, el que precisamente se debe implorar, no podrá proponerse seguir, a ejemplo suyo, la práctica de estas diferentes virtudes?
Sin esta imitación vuestro amor para con ella es bien tibio, y no debéis esperar pruebas muy señaladas de su protección.
¿Es verdad que todos los días rezáis algunas oraciones en su honor; que lleváis por otra parte alguna señal exterior de vuestra devoción? Y que sois individuo de algunas de estas congregaciones que se han consagrado más particularmente. Todo esto no hay duda que la obligará a pedir para vosotros gracias de salud.
Pero si con todo esto, vuestra devoción no se extiende jamás hasta la imitación de sus virtudes, vuestra devoción no os salvará.
Los Filisteos poseyeron el Arca del Señor, y además la enriquecieron con sus dones; y sin embargo no fue para ellos un recurso de bendiciones, porque no dejaron de amar sus ídolos.
¡O Reina de las Virtudes! ¿No será justo, si se os ama, que se haga por Vos a lo menos lo que se hace por los amigos que se pretenden tener en este mundo? ¿Se procura revertirse de su propio carácter, y tomar sus mismas inclinaciones?
De esta conformidad nace la unión de los corazones, y no hay de ninguna manera amistad donde no hay semejanza.
Vuestro corazón tan humilde, tan casto, tan sometido a las órdenes de Dios, y tan ardiente por sus intereses, ¿uniría acaso sus afectos a un corazón voluptuoso y soberbio, que se halla sin resignación en la voluntad de Dios, y sin celo por su gloria?
Si vosotros me amáis, nos decís, Señora, aun con más justo título con el Apóstol, sed mis imitadores como yo le he sido de Jesús (Cor. IV, 16). Si sois mis hijos, revestíos del espíritu de vuestra Madre.
El espíritu de los hijos de María debe ser como el de su Madre, un espíritu de caridad, un espíritu de paz, un espíritu de mortificación, y un espíritu de temor y amor de Dios.
¡O Virgen Santa! Yo pondré en adelante sobre todas las cosas mi devoción hacia Vos, en imitar vuestras virtudes.
Este es el más perfecto homenaje que os puedo prestar: esta es la más grande señal de amor que os puedo dar.

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus


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Tradiciones de Navidad

El árbol de navidad

Los antiguos germanos creían que el mundo y todos los astros estaban sostenidos, pendiendo de las ramas de un árbol gigantesco llamado el “divino IDRASIL” o el “dios ODÍN”, al que le rendían culto cada año, en el solsticio de invierno, cuando suponía que se renovaba la vida. La celebración de ese día consistía en adornar un árbol de encina o roble con antorchas que representaban a las estrellas, la luna y el sol. En torno a él bailaban y cantaban adorando a su Dios.

Cuentan que SAN BONIFACIO, EVANGELIZADOR DE ALEMANIA, DERRIBÓ EL ÁRBOL QUE REPRESENTABA AL DIOS ODÍN, Y EN EL MISMO LUGAR PLANTÓ UN PINO, SÍMBOLO DEL AMOR PERENNE DE DIOS, y lo adornó con manzanas y velas, dándole un simbolismo cristiano: las manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las velas representaban a CRISTO, la luz del mundo, y la gracia que reciben los Hombres que aceptan a JESÚS como SALVADOR.

Esta costumbre se difundió por toda Europa en la Edad Media y con las conquistas y migraciones llegó a nuestra América.
Poco a poco, la tradición fue evolucionando: SE CAMBIARON LAS MANZANAS POR ESFERAS Y LAS VELAS POR FOCOS QUE REPRESENTABAN LA ALEGRÍA Y LA LUZ QUE JESUCRISTO TRAJO AL MUNDO.

LAS ESFERAS ACTUALMENTE SIMBOLIZAN LAS ORACIONES QUE HACEMOS DURANTE EL PERÍODO DE ADVIENTO. Las esferas azules son oraciones de arrepentimiento, las plateadas de agradecimiento, las doradas de alabanza y las rojas, de petición.

También se suele poner adornos de diversas figuras en el árbol. ESTOS REPRESENTAN LAS BUENAS ACCIONES Y SACRIFICIOS, LOS “REGALOS” QUE LE DAREMOS A NUESTRO SEÑOR EN LA NAVIDAD.

Para aprovechar la tradición: adornar el árbol de Navidad a lo largo de todo el Adviento, explicando a los niños el simbolismo. LOS NIÑOS ELABORARÁN SUS PROPIAS ESFERAS (24 A 28, DEPENDIENDO DE LOS DÍAS QUE TENGA EL ADVIENTO) CON UNA ORACIÓN O UN PROPÓSITO EN CADA UNA, Y CONFORME PASEN LOS DÍAS LAS IRÁN COLGANDO EN EL ÁRBOL DE NAVIDAD HASTA EL DÍA DE NACIMIENTO DE JESÚS.

Los pesebres, belenes o nacimientos

En el año 1223 SAN FRANCISCO DE ASÍS dio origen a los pesebres o nacimientos que actualmente conocemos, lo que popularizó entre los laicos, nosotros, una costumbre que hasta ese momento era del clero, haciéndola extra-litúrgica y popular, no populista, del pueblo llano.

Los himnos y villancicos

Los primeros villancicos que se conocen FUERON COMPUESTOS POR LOS EVANGELIZADORES EN EL SIGLO V CON LA FINALIDAD DE LLEVAR LA BUENA NUEVA A LOS ALDEANOS Y CAMPESINOS que no sabían leer. Sus letras hablaban en lenguaje popular, propio del pueblo, sobre el misterio de la Encarnación de NUESTRO SEÑOR y estaban inspirados en la liturgia de la Navidad. Se llamaba villanus al aldeano, y con el tiempo el nombre cambio a “villancicos”.
Estos hablan en un tono sensible e ingenioso de los sentimientos de la VIRGEN MARÍA y de los pastores ante el Nacimiento de CRISTO. En el siglo XIII se extienden por todo el mundo junto con los nacimientos de SAN FRANCISCO DE ASÍS.

Santa Claus o Nicolás

La imagen de Santa Claus, tuvo su origen en la historia de SAN NICOLÁS.
En cierta ocasión, el Jefe de la guardia pretoriana, custodio del Emperador, llamado MARCO, quería vender como esclavo a un niño muy pequeño llamado ADRÍAN y NICOLÁS se lo impidió.
En otra ocasión, MARCO quería apoderarse de unas jovencitas si su padre no le pagaba una deuda. NICOLÁS se enteró y tomó tres sacos llenos de oro y en la noche de Navidad, en plena oscuridad, llegó hasta la casa, arrojo los sacos por la chimenea y salvó así a las muchachas.

MARCO, quien quería acabar con la fe cristiana, mandó quemar todas las iglesias y encarcelar a todos los cristianos que no quisieran renegar de su Fe. Así fue como NICOLÁS fue capturado y encarcelado. Cuando el Emperador CONSTANTINO se convirtió AL CRISTIANISMO y mandó liberar a los cristianos. NICOLÁS había envejecido. Al salir de la cárcel, tenía la barba crecida y blanca, y llevaba sus ropajes rojos que lo distinguían como obispo.

Los cristianos de Alemania tomaron la historia de los tres sacos de oro echados por la chimenea el día de Navidad y la imagen de NICOLÁS al salir de la cárcel, para entretejer la historia de SANTA CLAUS, viejecito sonriente, vestido de rojo, que entra por la chimenea el día de Navidad para dejar regalos a los niños buenos.

El nombre de SANTA CLAUS viene de la evolución paulatina del de SAN NICOLÁS: STO. NICLADUSS, ST. NIK, ST. KLAUS; SANTA CLAUS, SANTA CLOS.

NO OBSTANTE, EL EJEMPLO DE SAN NICOLÁS NOS ENSEÑA A SER GENEROSOS, a dar a los que no tienen y a hacerlo con discreción, con un profundo AMOR AL PRÓJINO.

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus

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lunes, 8 de diciembre de 2008

San Benito, pedagogo de occidente (II)


La vida intelectual en la época de San Benito

El marco histórico en el que se desarrolla la vida y la obra de SAN BENITO DE NURSIA tiene relación directa con la caída del Imperio Romano año 476 con capital en Roma (a.u.c. 749), la vieja ciudad de los césares y convertida en sede de la cátedra de PEDRO, por la Iglesia Católica. (Cfr. Francisco Elías de Tejada, “La teoría del saber en la Edad Oscura”, en “Tratado de Filosofía del Derecho”, t. I, publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 1974, cap. 9, p. 92 y sig.).

En efecto, SAN BENITO debe situarse entre los dos autores de los siglos tenebrosos del Occidente que siguen a la caída del Imperio de Roma, porque parece conveniente establecer la línea de continuidad que permita salvar el espacio que corre desde la muerte de SAN AGUSTÍN de Hipona (353 a 354 al 430) hasta el apogeo de la Escolástica en el siglo XIII. (José Lacarra y de Miguel, “Historia de la Edad Media”, Montaner y Simón, 1960, p. 281).

Pareció como si la caída del Imperio de Occidente fuera a cortar el proceso de integración cultural que estaba llevando a cabo la Iglesia Católica. Súbitamente colocada Roma en los confines del Imperio ahora en capital en Constantinopla, en el siglo VI los restos itálicos y occidentales europeos dependen del Imperio bizantino. La cultura es caótica mezcla donde mal se juntan factores germánicos con memorias imperiales, bajo el dominio cultural de los emperadores del Oriente. (José M. Lacarra, op. cit. p. 272 – 306).

Ya en los estertores del siglo V, la Retórica tiene preeminencia sobre las otras ciencias con hegemonía insoslayable, trayendo la consiguiente decadencia de los estudios filosóficos. ( Alois Demp, “La concepción del mundo en la Edad Media, Gredos, Madrid, 1958, p. 66-67).

Es precisamente un retórico númida que enseña en Roma desde el año 430, MARCIANO CAPELLA, quien en su “Satycorum sive Dive Nuptii Mercuri et philologiae et de Septem artibus liberalibus libri IX” compone un libro alternando prosa con verso, en el cual, la última de las alegorías, de acuerdo al estilo antiguo, define la suma de los conocimientos, como si el autor se erigiese en testamentaria de la sabiduría de un mundo que acaba.(Guillermo Fraile OP, “Historia de la Filosofía”, t. II, BAC (Biblioteca de Autores Cristianos), Madrid, p. 66).
Para MARCIANO CAPELLA, la Filosofía es el amor a la razón, versión antigua de la Filosofía Clásica, mientras que la elocuencia queda encarnada en el interlocutor MERCURIO. Amos se casan y en ceremonia nupcial se hallan presentes siete doncellas, que para este fin son conducidas por APOLO al palacio de JUPITER. Para que el matrimonio pueda efectuarse, un consejo de dioses elevan la Filología a condición divina, lo que le permite conocer de boca de JUNO los secretos de un Olimpo nuevo, en donde habitan los grandes filósofos de la Antigüedad en compañía de los dioses. (Leopold Genicot, “El Espíritu de la Edad Media”, Edit. Noguer, Barcelona, 3ª edición, 1963, p. ).

Las siete artes liberales, encarnada cada una en simbólicas doncellas, son el obsequio recibido por la novia.

La Gramática es una anciana, según ella, descendiente del dios egipcio OSIRIS, esposo de ISIS, vestida ahora con traje romano, aunque recuerda haber vivido largos tiempos en el Ática, que lleva, en una cajita de marfil, un cuchillo y una lima, para corregir las faltas contra el idioma.

La Retórica es una hermosa joven exuberante, alta y bella, cubierta por una túnica, donde están bordados todos los hermosos giros del lenguaje.

La Dialéctica es seca, demacrada el semblante, armada con una serpiente y un anzuelo. (Enrique Bagué, “Pequeña historia de la humanidad”, Aymá Edit. Barcelona, 1953, p. 89/92).

“La escuela junto a un monasterio o a l sombra de la iglesia catedral era el primer eslabón - expresa certeramente ENRIQUE BAGUÉ - DE LA CARRERA DEL CLÉRIGO, que para los silos medievales equivale a decir del intelectual u hombre de letras. El joven aspirante a la vida monástica o clerical era introducido inmediatamente en el estudio de la Gramática latina, para penetrar después en los derroteros de la Retórica y adentrarse finalmente por la intrincada selva de la Lógica, hasta dejar cursadas las tres disciplinas que formaban el TRIVIO en el programa de las escuelas medievales”.

Seguidamente ENRIQUE BAGUÉ añade: “Un a vez superadas las pruebas que constituían el puente obligado para pasar a las disciplinas del CUADRAVIUM, el escolar se debatía durante otra serie de cursos con los obstáculos y dificultades que le planteaban las cuatro disciplinas de este segundo grupo de estudios: la Aritmética, la Geometría, la Música y la Astronomía. Finalmente, esta penosa ascensión a la montaña del saber culminaba en la cumbre de la Teología, o ciencia del conocimiento de DIOS, cima y compendio de todos los conocimientos”.

Son las tres estampas de las primeras artes a estudiar, las que constituyen el Trivium, cuyos conocimientos se completan por los que aportan las otras cuatro doncellas agrupadas en el Quadravium, representantes de la Aritmética, de la Geometría, de la Astronomía y de la Música.
Tal la descripción, más pedagógica que doctrinal, de los saberes a medias técnicos y científicos a medias, pobre de contenidos en comparación con las construcciones precedentes; pero que en sufrida coyuntura de la caída del Imperio, va a servir de sistema de enseñanza durante muchos años. (Gonzague de Reynold: “La formación de Europa”: Cristianismo y Edad Media. Trad. José M. de Azales, Madrid, Pegaso, 1975, p. 306).

Comentadas en el siglo IX por REMIGIO DE AUXERRE, tallados en piedra en las fachadas de las catedrales de León y Chartres, pintadas por BOTICELLI, en los frescos de la villa LEMME, conservados en el LOUVRE, a través de la recepción, son casi un lugar común de la escasa especialización de los conocimientos medievales.

Conclusión: índice de la Época de SAN BENITO. El hundimiento político del Imperio pudo ir por cierto acompañado de lo que ha sido llamado la fuerza moral del cristianismo, pero también de la pérdida de valoración del saber y la ciencia como elemento importante para la existencia humana.

La pérdida del manejo de la lengua GRIEGA es índice del des-conocimiento cultural, del aniquilamiento de los saberes, de las ciencias y de la filosofía.

Hoy, aquí y ahora, nadie sabe GRIEGO, solo una ínfima elite. En nuestro sistema de enseñanza, primero sacaron el griego, después el latín, y más tarde será el castellano, pero se implantará la barbarie global. ¡Que vergüenza, Argentina, un país greco-latino-hispano castellano, promueve la barbarie global en inglés!

Se renuncia a que la razón logre conocimientos ciertos y seguros, sea filosóficamente acerca del ser, sea cinéticamente sobre parcelas de la realidad de la realidad circundante; basta y sobra con los conocimientos revelados.

El registro de las artes liberales compilada por MARCIANO CAPELLA no tiene nada en común con la ENCICLIOS PAIDEIA de la educación helénica, prolongada en los días dorados del siglo de AUGUSTO. (Etienne Gilson, “La Filosofía de la Edad Media, Ed. Gredos, Madrid, 1958, t. I, p. 218-223).

Es que es parte de la mentalidad cristiana utilizar el saber antiguo al servicio de los fines trascendentes de la Iglesia; y pues, entonces las existencias comunes no requerían satisfacciones filosóficas, la filosofía quedó apartada por entero. (Fraile, Guillermo, OP, op. Cit., t. I, cap. I, p. 53 y ss.).

Es el año 474, dos años antes de la caída del Imperio y seis antes del nacimiento de SAN BENITO, CLAUDIANO MAMERTO es el último conocedor de la lengua griega en las Galias (Francia).

BOECIO fracasa en salvar la cultura griega en Italia, por él aprendida en sus años juveniles, durante los diez y ocho (18) que estudió en Atenas; ni en la misma Hispania, donde el contacto con griegos y judíos era más frecuente por la presencia diaria de gentes en posesión de ambas lenguas culturales, los escritores patrísticos ponen en menor interés en utilizarlas. (Gilson, E., op. Cit., p. 172).

A mediados del siglo IV, apenas si la palabra ALETHEIA proporciona el título para el poema en torno al Génesis escrito por MARIUS VICTOR. (Francisco Elías de Tejada: op. Cit. p. 93).

El abismo entre Oriente y Occidente es manifiesto y sin duda, contribuyó al olvido de la filosofía, madre de todos lo conocimientos.

Debió ser la caída de Roma, cabeza del Impero, considerado por eterno, que aniquiló las esperanzas culturales. La crisis política abrió el desprecio por los saberes y las ciencias, pues la caída de Roma, terminaba con ella una concepción entera de la vida.

La clasificación de MARCIANO CAPELLA, con la eliminación de los saberes filosóficos, es una teoría de las ciencias centrada en la supremacía casi exclusiva de los conocimientos técnicos.

No de otro modo, los cargos de la administración políticas de los reinos romano-germánicos, herederos del Imperio Romano, se confieren a los seguidores y tecnócratas de aquel entonces, formados para el mundo político-militar en las escuelas de palacio, fundadas por GODO TEODORICO en Milán, previstas como seminarios establecidos en la “Domus Ecclesiae” en el Concilio de Toledo, cabeza de Hispania, del año 527, existentes en las cortes merovingias y centro del gobierno en sistema instituido por CARLOMAGNO tres siglos más tarde. (año 800).

Conclusión: parece ser signo de las épocas de CRISIS (guerra y revolución), EL MENOSPRECIO DE LA FILOSOFÍA, ALIADO AL PREDOMINIO DE LA TÉCNICA. (González Álvarez, Ángel: “Manuel de Historia de la Filosofía”, Ed. Gredos, Madrid, 1964, p. 147).

El abandono de la filosofía trajo consecuentemente el abandono de los estudios de los estudios teológicos. CLAUDIANO MAMERTO, FALLECIDO EN EL AÑO 474, todavía es llamado por SIDONIO APOLINAR “PERITISSIMUS CHRISTIANORUM PHILOSOPHUS”. (Francisco Elías de Tejada, op. Cit. 94).

Pero en la siguiente generación, SAN CESÁREO DE ARLES (año 543) compara en su sermón 99 las artes liberales con las plagas de Egipto, condenando a los filósofos como envenenadores de almas.

Es la reacción de SAN BENITO DE NURSIA cuando de joven, sus padres le envían a estudiar a Roma y abandona los estudios, asustado del peligro que pudieran traerle para el alma.

En los siglos VI y VII apenas si tienen una consciente visión de la teoría del saber y la ciencia cristiano, moldeada sobre los conocimientos clásicos, pero sin prescindir de ellos, tres nombres representativos: AMICIO MANLIO TORCUATOR SEVERINO BOECIO, romano, nacido a la entrada de las fuerzas bárbaras-germánicas y muerto en el año 523; el calabrés CASIADORO, venido al mundo en las mismas circunstancia histórica, pero muerto en el año 580; y el Arzobispo SAN ISIDORO DE SEVILLA (cerca 560-636). Por su mayor proximidad y relación con SAN BENITO, abordaremos de los dos primeros. (Francisco Elías de Tejada, op. Cit. 94)).

BOECIO no rechaza el saber antiguo; lleva en una mano la cruz y la otra la filosofía. Evocando el DE DOCTRINA CHRISTIANA de SAN AGUSTÍN, señala la utilidad de las artes para el conocimiento profundo de las ciencias sagradas. Continúa la actitud de SAN CLEMENTE DE ALEJANDRÍA en aceptar la filosofía como un bloqueo al servicio de las verdades dogmáticas. (Etienne Gilson: op. Cit. 107-172).

En la distinción entre ciencias y filosofía, prolonga de la diferenciación platónica de que las ciencias son la aplicación de la razón sobre las artes técnicas, siendo, en cambio, l filosofía saber omni-comprensivo de verdades absolutas. Coloca las ciencias debajo de la universalidad de la Filosofía y las separa en dos grandes grupos: las teorías o especulativas y las prácticas o referidas a la acción.

Las teoréticas pueden ser: la Teología o estudio de las realidades inteligibles, según su vocabulario, que son las realidades inteligibles, según su vocabulario, que son las realidades incorpóreas de Dios y de la almas; mas Matemáticas, en cuatro grados del Quadrivium, la Física y el “Ars Rationalis” o Lógica.

De donde puede inferirse que, para BOECIO, la Filosofía o “Sapientia” tiene por encima al dogma al que se sujeta, pero por debajo de la Teología, que es operación racional acerca de Dios y las almas.

Más inclinado a Aristóteles es la teoría del saber de CASIADORO. Sigue a MARCIANO CAPELLA en la descripción de la Siete Artes Liberales, las siete concebidas que consideran en su DE ARTIBUS AC DISCIPLINIA LIBERALI UM. (Etienne Gilson: Op. Cit., p. 187-188 y también J. Leclerq, op- cit., 31 a 35).

La Filosofía está puesta sobre las Artes, en cuanto modo especial de conocer en dos sentidos: primero, porque abarca e integra todas ellas; segundo, porque concluye en instrumento para la salvación, ya que por la Filosofía el cristiano no sube a la asimilación de Dios. (E. Gilson: op. Cit. p. 174).

La Teología era en los siglos VI y VII una ciencia, la ciencia del ser divino, mientras que la Filosofía era gnoseológicamente la ciencia del ser como ser, el supremo de los saberes y camino para llegar íntegramente el hombre a Dios. (Francisco Elías de Tejada, op. Cit., 98).

La Règle de saint Benoit est une règle de vie valable pour tous les temps. Dans les premiers siècles, elle a forgé d´infatigables pionniers qui ont transformé l´Europpe ; dans les périodes de paix, elle s´est épanouie sereinement ; dans les siècles de décadence, implantée sur des terres arides, elle a tenu malgre los calamités et donné naissance à de nouvelles fondations en s´adaptant à toutes les circonstances et à tous les climants de l´univers ; elle produit partout la prière, apporte lies bénédictions du ciel et par le travail, féconde la terre pour qu´elle donne ses fruits les plus précieux et les plus savoureaux.
Ora et Labora, n´ets-ce paz la divise qui convient à notre époque où l´homme croit qu´il suffit de produire des biens de consommatoin pour supprimer le malheur des tems? Sanmoi, vous ne pouvez rien, nous a dit Notre-Seigneur dans son Évangelie.
«DIEU EST AMOUR », nº 18-19 Saint Benoit. Conclusion, p. 63. janv.-fev.80. « Quinziene centenaire de la naissance de Saint Benoit » 480-1980 años.

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus


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miércoles, 3 de diciembre de 2008

San Benito, pedagogo de occidente (I)



En cuanto a la proyección pedagógica de la figura de SAN BENITO, debemos afirmar que ha ejercido una influencia decisiva, constante y universal sobre el origen y desarrollo de la cultura monástica del medioevo occidental, conteniendo potenciados en sus textos capitales de tradición benedictina, los dos componentes esenciales de esa cultura: 1) Gramática y 2) Escatología.

La tradición monástica de la Edad Media (siglos V a XV: 10 siglos del 500 a 1500,aproximadamente) en Occidente se instaura fundacionalmente sobre textos que hacen de ella una tradición benedictina en sentido estricto. (Leclerq, Jean: Cultura y Vida Cristina. Ed. Sígueme. Salamanca, 1965, p. 21: importante libro y autor).

Tales son la vida de SAN BENITO en el libro II de los Diálogos de SAN GREGORIO, y la Regla de los Monjes que tradicionalmente se atribuye al santo varón.

Con respeto a la influencia perdurable de SAN BENITO en las orientaciones pedagógicas y culturales, desde el principio de la Vida, SAN GREGORIO nos ha dejado un testimonio interesante, que será frecuentemente invocado por la tradición y le sirve como de símbolo.

Ese texto es aquél en que, en el Prólogo al Libro II de los Diálogos, narra SAN GREGORIO, cómo abandonó el joven BENITO Roma y la escuela, para llevar una vida consagrada a DIOS.

Dice SAN GREGORIO:
“Nacido en la región de Nursia, de buena familia, fue enviado a Roma a cursar los estudios de las ciencias liberales. Pero viendo que muchos se dejaban arrastrar en el sentido por la pendiente de los vicios, retiró el pie, que casi había puesto en el umbral del mundo, por temor a que si llegaba a conseguir un poco de su ciencia, fuese después a caer también él en el fatal precipicio. Despreciando, pues, los estudios literarios, abandonó la casa y los bienes de su padre, y deseando agradar solo a DIOS, BUSCÓ EL HÁBITO DE LA VIDA MONÁSTICA. Retiróse, pues, ignorante a sabiendas y sabiamente indocto”. (Colombas, San Segundo, Cunil: San Benito, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1954, p.159. Clásico en Castellano).

De este relato, se sacan las siguientes conclusiones:

Para comenzar, una conversión de SAN BENITO, que no es menos importante que la de SAN AGUSTÍN DE HIPONA. Análogamente como San Agustín, comenzó SAN BENITO por realizar estudios y después renunció a ello.

En cuanto al contenido curricular de esos estudios, llamados por San Gregorio “los estudios de las ciencias liberales” o también “estudios literarios”, consisten en lo que entonces se enseñaba a los “hombres literarios”, o, como dice San Gregorio, los “liberalia studia”; ESA EXPRESIÓN DESIGNABA PARA LOS JÓVENES ROMANOS DE LA ÉPOCA, la gramática, la retórica, el derecho.

“Comprobamos así, que la vida escolar se perpetuó en Roma hasta mediados del siglo VI: siempre existieron en ella, remunerados por Estado, profesores de gramática, retórica, derecho y medicina; conocemos inclusive el nombre de uno de los últimos titulares de la cátedra de elocuencia inaugurada antaño por QUINTALIANO: un tal FELIX, quien se menciona en el año 543 como autor de la recensión del texto de MARCIANO CAPELLA. Siempre enseñan en salas dispuestas alrededor del foro de Emperador TRAJANO, que también sirven de escenario para las recitaciones públicas, ya que las costumbres literarias de la Roma imperial subsisten durante todo el tiempo que se mantienen sus escuelas” (HENRI-IRENÉE MARROU: Historia de la Educación en la Antigüedad. Eudeba, Buenos Aires, 1965, p. 423: excelente libro y un esclarecido católico francés).

Probablemente estudió la Gramática. De cualquier modo, lo cierto es que pronto, sintiendo rechazo por lo que ve y oye en el ambiente escolar, BENITO lo abandono todo, ya que no se ha podido determinar que haya llegado al estudio del Derecho, pues era un puer, apenas “ha puesto un pie en el umbral del mundo”. Se produce su huída de la escuela, no porque sean deficientes los estudios liberales, propios de los hombres libres – lo que no se dice en el texto citado de SAN GREGORIO – sino porque la vida de estudiante está llena de peligros morales, de ahí conversio morum: la conversión de las costumbres.

En efecto, LA ACTVIDAD INTELECTUAL no fue labor exclusiva ni tan sólo finalidad principal de la vida monástica. La misión esencial del monje era, como dice la regla de SAN BENITO, el SERVICIO DE DIOS (OPUS DEI), la Misa y el rezo en comunidad del OFICIO DIVINO. “Nada – dice el capítulo 33 – debe ser antepuesto al Servicio de Dios”. Maitenes, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas…, el ritmo de la vida del monasterio marcó, durante siglos y siglos, la jornada cotidiana de los fieles. Con los monjes compartieron aquéllos el trabajo manual, y de los monjes aprendieron buen número de labores agrícolas y métodos de trabajo las clases rurales.

Todo el resto de la vida de SAN BENITO ESTARÁ ORIENTADA A LA BÚSQUEDA DE DIOS, perseguida en las mejores condiciones para ir a Él, es decir, en el alejamiento de ese mundo peligroso. (Leclerq, J. o. cit. p. 22).

Así pues, encontramos en potencia, en la vida de SAN BENITO, los estudios experimentados, no rechazados ni despreciados o negados, pero sí renunciados, superados en vista del último fin, la instauración del reino de la Iglesia.

Por consiguiente toda la tradición benedictina será, imagen de la vida de la vida de SAN BENITO, “scienter nescia, et sapienter indocta” (ignorante a sabiendas y sabiamente indocto”, recogerá la enseñanza de la docta ignorancia, vivirá en ella y la trasmitirá, la conservará, la mantendrá presente y viva en la actividad educadora de la Iglesia. (Leclercq, J. op. Cit. p. 23).

En cuanto a la Regla de SAN BENITO, debemos afirmar que ésta presupone monjes letrados. Es difícil apreciar lo que debió conocer el autor de la Regla para escribirla.

Se deben distinguir en la Regla los dos elementos constitutivos que aparecen en el itinerario espiritual de SAN BENITO: el conocimiento de las LETRAS y la búsqueda de DIOS.

De allí se concluye que una de las principales ocupaciones del monje es la LECTIO DIVINA, la cual incluye la MEDITACIÓN o meditatio -meditare aut legere-. (Leclerq, J. op. Cit. 24).

Es necesario, por consiguiente, en el monasterio, poseer libros, saber leerlos, saber escribirlos, aprender a hacerlo si se ignora.

SAN BENITO supone la existencia de una biblioteca bastante bien provista, ya que cada uno de sus monjes debe recibir, en Cuaresma, un Codex; todos son invitados, al final de la Regla a leer la Escritura, CASSIANO y SAN BASILEO – fuentes doctrinales de SAN BENITO para la elaboración de su Regla – se ha de poder leer en el refectorio, en el coro, ante los huéspedes. (Leclerc, j. OP. CIT. P. 24).

En virtud de que para poseer libros, es necesario saber escribirlos, normalmente se considera que todos los monjes, salvo excepción, saber escribir.

El abad y el monje cillero deben anotar lo que dan y lo que reciben; se conservan en los archivos documentos escritos.

Se supone que al menos algunos saben confeccionar libros, es decir, copiarlos, encuadernarlos, decorarlos incluso.

Es necesario hacer libros, en primer lugar, para el monasterio. Se recibían libros en donación, pero, por lo general. Se copiaban en el monasterio mismo. También se confirma el hecho de que se copiaban igualmente para el exterior libros que se vendían. De la misma manera, supone SAN BENITO que los monjes no son iletrados ya que sólo algunos se consideraban incapaces de leer y estudiar, pero la totalidad de los monjes, para poder hacer esas lecturas públicas y privadas que la Regla prescribe, debe saber leer y eso presupone una escuela. (Leclerq, J. Op. Cit., p. 25).

Ahora bien, no puede suponerse que el siglo VI entrarán en el monasterio sabiendo las primeras letras; SAN BENITO prescribe “qué se leerá” (legatur ei) la Regla al discípulo, en el caso de que no haya podido leerlas por sí mismo en el momento de su entrada en el Monasterio.

Leer puede, por consiguiente, tener el sentido de “comentar”, es decir, se leerá la Regla, explicándosela, y comentándosela. No se afirma que se le enseñara a leer el período del noviciado.

Pero como hay niños que son ofrecidos el monasterio para quedarse en calidad de monjes, que deberán, por lo tanto, saber leer y escribir un día, debe haber para ellos una escuela, y por lo tanto, también libros y la biblioteca deberá estar compuesta por la Sagrada Escritura y los Santos Padres, a más de obras elementales de Gramática, los libros de DONATO, PRIACINNO, y QUINTIALIANO y algunos escritores clásicos. (Leclerq, J. op. Cit., p. 25.

Además, las tablillas y estiletos de que se trata el Capítulo LV de la Regla, son igualmente material destinado a la escuela como el escriptorum.

Por consiguiente, si es preciso saber leer, es, ante todo, con el objeto de poder dedicarse a la Lectio Divina.

Para comprender el contenido de la Lectio Divina y su principio didáctico se debe considerar, primariamente, el sentido que en SAN BENITO tienen y conservan, a lo largo de toda la Edad Media, las palabras LEGERE y MEDITARI.

El hecho que expresan explicará uno de los temas más características de la literatura monástica medieval, esto es, el aspecto de la reminiscencia.

A propósito de la lectura, se impone una afirmación fundamental: en la Edad Media, como en la Antigüedad greco-latina, se leen normalmente, no como hoy sobre todo con los ojos, en forma visual, sino con los labios, pronunciando lo que se ve, hablándole, y con los oídos, escuchando las palabras que se pronuncian, oyendo tal como se dice, las voces de las páginas.

Se dedica uno a una verdadera lectura acústica -legere significa al propia tiempo audite -.

No se comprende sino lo que se oye, tal como se dice todavía, “entender el latín” (de intendere, “oir” que se conserva sobre todo en francés, “entendre”) por “comprenderlo”.

Sin a dudas a dudas, la lectura silenciosa o en voz baja, no es desconocida, se la designa con expresiones tales como: “tacite legere” o “legere sibi” en SAN BENITO y el “legere in silentio” de SAN AGUSTÍN, en contra posición con la “clara lectio”.

Pero es lo más corriente que, cuando legere y lectio se emplean sin especificación, hacen referencia a una actividad que como la escritura y el canto, ocupan totalmente tanto el cuerpo como el espíritu.

A ciertos enfermos que tenían necesidad de moverse, recetaban los médicos de la Antigüedad la lectura, consideraba como un ejercicio físico en el mismo sentido que el paseo, la carrera o el juego de pelota.

El hecho de que se escribiera a veces en voz alta, dictándose a sí mismo o a un amanuense el texto que se redactaba, explica un buen número de “variantes acústicas” de los manuscritos del Medioevo. (Leclerq, J.: op. Cit. 26).

Son bien conocidas los testimonios de la Antigüedad Clásica, Bíblica y Patrística relativos a la lectura en alta voz.

Tal como lo afirma JACQUES LECLERQ:

“Así, cuando recomienda SAN BENITO, que, en el tiempo que los monjes ‘reposan en el silencio sobre su lecho’, el que quiera leer que lo haga de manera que no moleste a los demás, considera la lectura un peligro para el silencio. Cuando PEDRO EL VENERABLE estaba acatarraba, no sólo no podía tomar la palabra en público sino que no podía hacer ya su lectio; y NICOLÁS DE CLERVAUX constataba que, tras una sangría; no tenía ya fuerzas bastante para leer. Es, pues, seguro que la gesticulación laringeo-bucal no esta disociada del trabajo de los ojos; éste se acompañaba espontáneamente de un movimiento de los labios y la lectio divina se hacía así necesariamente una lectura activa”. (Leclerq, J.: op. Cit., 27).

En cuanto a la significación y trascendencia de la meditatio, este término es importante, ya que la práctica que encierra determinará en gran parte la interpretación y hermenéutica del monasticismo aplicada a la Sagrada Escritura o a los Santos Padres.

Las palabras “meditari” y “meditatio” tienen una significación consistente en una gran riqueza conceptual. En la tradición monástica conservan a la vez los sentidos profanos que tenían en la lengua clásica y los sentidos sacros que tomaron de la Sagrada Escritura. En el lenguaje profano y secular, “meditari” quiere decir, genéricamente, pensar, reflexionar tal como “cogitare” o “considerare”, pero, más que este último, implica con frecuencia una orientación de orden práctico, e incluso de orden moral; se trata de pensar en una cosa con vistas a su posible realización, o de otra manera prepararse a ella; configurarla y prefigurarla en espíritu; desearla, realizarla en cierto modo por adelantado; ejercitarse, en fin, en ella.

Por consiguiente, se aplica el vocablo a los ejercicios corporales y deportivos, a los de la vida militar, al campo escolar, al de Retórica, de la poesía, de la Música, a la práctica, por último, de la moral.

Ejercitarse así en una cosa, pensándola, es fijarla en la memoria, es aprenderla. Todos estos matices se encuentran en el lenguaje de los cristianos, pero entre ellos se emplea, por lo ordinario, la palabra a propósito de un texto –la realidad que designa se ejerce sobre un texto– y ese texto es el texto por excelencia, el que se denomina, por antonomasia, la Sagrada Escritura, es decir, la Biblia y su comentario.

Es a través de las antiguas versiones de la Vulgata, por donde se introduce la palabra meditari en el vocabulario cristiano y especialmente, en la tradición monástica.

Traduce, por lo general, la palabra hebrea haga, que quiere decir, fundamentalmente, aprenderse de memoria la Thora y las palabras de los Sabios, pronunciándolas generalmente en voz baja, recitándoselas a sí mismo, como murmurándolas. Es lo que nosotros llamamos “aprenderse de memoria”, que debiera decirse más propiamente, según los antiguos más sabios que nosotros, aprenderse de boca, ya que ésta es la que “medita la sabiduría”: Es JUSTI MEDITABITUR SAPIENTIAM.

Es pronunciar las palabras sagradas, para grabárselas en la memoria, por medio de un murmullo interior básicamente espiritual. Por lo tanto, lectura acústica, ejercicio de la memoria y reflexión a que aquella antecede. (Leclerq J. : op. Cit. p. 23).

Decíamos ayer… este trabajo de investigación, se programó en 1979, terminándose el 21 de marzo de 1980, como un homenaje filial, en la festividad del Santo Abad, que celebra la Iglesia Universal, al cumplirse el MD aniversario del glorioso natalicio del Patriarca de los Monjes de Occidente, a quien veneramos como el PEDAGOGO DE OCCIDENTE.

Decimos hoy… ¡SANCTE BENEDICTUS LAUS TIBI!

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus


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He grabado un vídeo para ti. Juntos, podemos parar esta masacre

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Querido/a amigo/a:

Soy Eduardo Verástegui, actor y productor de la película Bella.
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Como sabes, yo ya he dado un paso al frente.
Porque quiero hacer todo lo que esté en mi mano para defender la vida de los seres humanos más indefensos: los no nacidos; Porque quiero apoyar a las mujeres que se encuentran con un embarazo inesperado; Porque quiero contribuir a parar el holocausto – silenciado – del Siglo XXI que es el aborto...
Por todo eso, yo me he unido a Derecho a Vivir, por eso te pido que no pierdas un minuto y:

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No quiero desperdiciar esta oportunidad para agradecerte el tiempo que has dedicado a la difusión de la película "Bella". Gracias a ti y a miles de espectadores – a los que esta película ha tocado el corazón – Bella ha logrado superar el millón de Euros de recaudación en 100 salas de toda España en apenas tres semanas. Esperamos que todavía muchas personas puedan beneficiarse de su mensaje y que se mantenga en los cines por muchas semanas más.

Hasta el día de hoy Bella ha salvado a más de 25 bebés que iban a ser abortados. Estos son los casos de los que nos hemos enterado, pero yo creo que ya han de ser miles de vidas las que esta película ha salvado. Ayúdanos a que Bella siga salvando más vidas. Por eso te lo ruego: no dejes de recomendarla.

¡Muchas gracias por todo tu apoyo!

Eduardo Verástegui
Comprometido con el Derecho a Vivir

http://derechoavivir.org/
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Reenviado por:
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Historia benedictina y tradición monástica


REGLA

Prólogo


Escucha, Hijo mío, los preceptos del Maestro, Y ABRE LOS OÍDOS DE TU CORAZÓN. Recibe complacido la enseñanza de tan buen padre y ponla en práctica, a fin de volver a aquel de quien te había alejado la maldad de la desobediencia. A TI SE DIRIGE MI PALABRA; a ti, seas quien fueres, que renuncias a tu voluntad propia y empuñas las fuertes y nobles armas de la obediencia para combatir bajo el estandarte de CRISTO, nuestro verdadero Rey.

Ante todo pídele, con muy insistente plegaria, que lleve a buen fe todo bien que emprendas, de modo que, después de haberse dignado en el número de sus hijos, no tenga motivos, un día, para afligirse por nuestra mala conducta.

SAN BENITO no llama a sus discípulos para realizar una tarea señalada previamente. Se dirige, en el prólogo de su Regla, a todos cuantos quieren, como él, agradar solo a DIOS y buscan servirle verdaderamente (Cf., capítulo 1º). Se nos dirá: ¿en qué se diferencia ese programa de la vida más simple y universalmente cristiana? En nada, es cierto. Importa comprender este punto antes de hacer las distinciones necesarias. Un monje es, en primer término, un hombre que ha hacerlo todo. Algunas tareas parecen poco indicadas, y la tradición monástica se ha preguntado con frecuencia sobre lo que convendría hacer y lo que no; pero, realmente, en el curso de la historia, se ha visto a los monjes podían servir para todas las cosas en la Iglesia: sucesivamente, y según sus necesidades, han sido roturadores, agentes de comercio, hombres de industria…Han construido millares de iglesias, abierto caminos, tendiendo puentes, fundados ferias y mercados. Han sido apósteles – convirtiendo a buena parte de Europa -, luego pastores de almas y también maestros de escuela, humanistas a los que debemos la transmisión de la cultura antigua, teólogos, exégetas, canonistas, historiadores, matemáticas y médicos; en algunas ocasiones, inclusive, han desempañado el papel de superdiplomáticos, conciliadores en los Estados o entre el Papa y el emperador, artesanos incansables de la unidad en una cristiandad que no estaba menos dividida que el mundo de hoy.

BENITO ENSEÑA A DOS MONJES CÓMO DEBEN CONSTRUIR SU MONASTERIO.

Tanto se ha repetido todo esto, que algunas expresiones hacen ya el efecto de clisés: “los monjes roturadores” o “los sabios benedictinos”. Pero no se ha señalado suficientemente que esos hombres han sido capaces de realizar, mejor o peor, dichas tareas solo en la medida en que su vocación no los sujetaba a una obra determinada que hubiera sido exclusiva de los otros. Pudieron hacer de todo eso porque no se consideraban llamados especialmente para ninguna de tales cosas.
Repitámoslo: solo se entra en un monasterio para encontrar allí más plenamente a DIOS.
Pero como DIOS puede hallarse por doquiera y en todo, ninguna actividad está excluida en la vida de los monjes, desde el momento que puede conciliarse, de una parte, con las exigencias más generales de la vocación religiosa; y, de otra parte, corresponder a la voluntad más particular de DIOS sobre cada alma (es decir, a lo llamaríamos el destino de cada uno, en el sentido cristiano de esa palabra). Sea la que fuere, su tarea le parece siempre ocasional; es un medio entre una infinidad de otros; pero también es el medio entre una infinidad de otros; pero también es el buen medio, puesto que le ha sido dado para unirse a DIOS y cooperar a la obra a la obra de la Creación o de la Redención. Llegado el momento, cambiará, pues, de ocupación sin mirar atrás – al menos siempre que se conduzca realmente como un monje -, demostrando así que permanece libre con respecto a lo que no es nunca más que una “ocupación”, ya que el fin de su vida reside siempre más allá, en DIOS.

SAN BENITO vivió, por el contrario, en un tiempo en que la civilización romana perdía sus últimas posibilidades; el monasterio por él fundado se adaptaba espontáneamente a ese estado de cosas, muy diferente, que constituye el interregno de un mundo en ruinas a un mundo que va a construirse. No nos imaginamos, a SAN BENITO dedicado a sabias investigaciones sobre la filosofía de la historia y redactando su Regla en previsión del porvenir. Es clarísimo que el Hombre de DIOS solo piensa en organizar la vida en organizar monástica en el interior del pequeño mundo que es una abadía, sin preocuparse expresamente de Roma, ni de los bárbaros-germánicos, ni, menos aún, de la Edad Media…Buscaría más eludir hasta el pretexto de relaciones demasiado frecuentes entre ese pequeño mundo y el mundo grande donde de tan fácilmente se aprende olvidar a DIOS. Por eso, al llegar al final de su primera redacción de la Regla, inmediatamente antes de los capítulos adicionales, más tardíos, escribe: El monasterio debe, en lo posible, estar dispuesto de manera que se halle en él todo lo necesario, es decir, agua, un molino, un jardín y talleres para que se puedan practicar los diversos oficios en el interior de la clausura. De ese modo, los monjes no tendrán necesidad de diseminarse por el exterior, lo que no es, en modo alguno, conveniente para sus almas (Regla 66).

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus

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lunes, 1 de diciembre de 2008

San Benito, pedagogo de occidente


De todas maneras, el acontecimiento se produjo a fines del terrible a fines del siglo V, es decir, en un ambiente de “fin de mundo”. Desde la primera toma de ROMA, al alborear ese siglo, por los visigodos de ALARICO, los bárbaros se hallan en todas las fronteras. El hecho de que CLODOVEO, el actual conquistador de las Galias (actual Francia), se dispusiera a hacerse bautizar, al frente de sus tropas, en aquel año de 496 – es decir, aproximadamente cuando BENITO salía -, es una coincidencia solo notable para nosotros.

BENITO no encontrará, pues, inmediatamente la tranquilidad (para imaginarlo es preciso no tener la menor experiencia de lo que de lo que la terrible soledad)… El miedo que tiene a pecar, ante todo, la consecuencia de su inmenso deseo de agradar solamente a Dios.

En el año 480, hace mil quinientos treinta y siete años, nació para gloria de la cristiandad, San Benito de Nursia, hijo de nobles romanos, Patriarca de los monjes de Occidente, fundador de la Orden Benedictina, verdadero motor de energía cultural.

Con el hijo de Nursia, Italia empieza realmente la vida monástica El creador de este nuevo género de vida fue SAN PACOMIO, después del año 430, quien le introdujo con grandes resultados en la ascética cristiana. Pero el advenimiento de SAN BENITO y la institución de su Regla dan un vigoroso impulso a esta parte de la actividad cristiana.

El Patriarca funda monasterios que se multiplican. Instituye su Regla.

Puede decirse que a partir del año 650 todas las órdenes existentes se regían por esta Regla.

La Orden Benedictina, celosa mantenedora del espíritu apostólico, tuvo decisiva importancia en la difusión de la cultura de Occidente.

Esta Orden fundadora ejerció en aquellos tiempos, desde su misma fundación, en medio de las turbulencias germánicas y paganas la más profunda y fecunda acción, tanto en orden religioso, social y político, como en el artístico, musical, y el económico.

SAN BENITO, llenó del espíritu de todos los justos, condensó la inspiración divina, en su Santa Regla, bajo cuya prodigiosa sabiduría militaron santos y santas, emperadores y reyes, príncipes y duques, en fin, grandes personalidades que tuvieron alguna participación en los flujos culturales y religiosos de la Edad Media. (Fray JUSTO PÉREZ DE URBEL: “Semblanzas Benedictinas”, Madrid, 1925).

Nadie más que LEOPOPLDO GENICOT, eximio mediavelista belga, ha definido con precisión y elocuencia el sentido último de la Edad Media: ,

“EDAD MEDIA que sobrevive todavía – nos enseña LEOPOLDO GENICOT, y principalmente en esas obras que los modernos desdeñan con frecuencia y que para tantos de nosotros occidentales y cristianos, han recobrado sentido e irradian de nuevo el mismo calor y luz de antaño. Porque la EDAD MEDIA es una inmensa masa que se levanta y se conmueve: la blanca cohorte de los misioneros, de los fundadores de Órdenes, de los ascetas y de los místicos encabezados y guiados por BENITO DE NURSIA, y seguidos por GREGORIO EL GRANDE y BONIFACIO, BENITO DE ANIANO, ODÓN DE CLUNY, ROBERTO DE POLESME, NORBETO DE XANTEN, FRANCISCO DE ASÍS, y DOMINGO DE OSMA, ROMUALDO, PEDRO DAMIANO, BERNARDO DE CLARAVEL, RICARDO DE SAN VÍCTOR, el maestro ECKHART y RUYBROCK el ADMIRABLE; el escuadrón sonoro de los partidarios de la unidad política y defensores de la paz, de los señores feudales, símbolo de la fidelidad y a quienes la Iglesia Católica HIZO CABALLEROS DE LA GENEROSIDAD; la brillante falange de los sabios, doctores, maestros, teólogos y filósofos, juristas e historiadores, matemáticos y físicos, conducida por JUAN SCOTO ERIÚGENA, RATIERE DE LOBBES, ANSELMO DEL DOC, RUPERTO DE DOUTZ, ABELARDO, PEDRO LOMBARDO, TOMÁS DE AQUINO, DUNS SCOT y GUILLERMO DE OCCAM, BURCHARD DE MORNS, IRNERIUS, GRACIANO, BRATON, JACQUES de RÉVIGNY, BARTOLDO y ACCURSO, BEDA el VENERABLE, SIGBERTO DE GEMBLOUX, GERBERTO de AURILLAC, LEONARDO FOBONACCI, JUAN BURIDAN y NICOLE DRESME; la tropa abigarrada de escritores con SERVATE LOUP, a la cabeza y HILBERTO de LAVARDIN, ADAM DE SAN VÍCTOR, el Archipoeta GAUTIER de CHATILLON, CHRÉTIEN DES TROYES, JUAN de SALISBURY, GUILLERMO de AQUITANIA, GUILLERMO de LLORRIS, DANTE, PETRARCA, VILLON, y ARNOULD GROBAN; la legión innumerable de los orfebres de Renania y de la Lotaringia, arquitectos e imaginarios de Aquisgran, Germigny-sur-Loire, Cluny, París, Amiens, Vézelay, Toulousse, Moissac, Caen, Chartres y Champmel, miniaturistas y pintores de Auxerre, Oberzoll, Berzó-la-Ville, San Savin, de Italia y de los Países Bajos, vidrieros de Saint Denis, y Chartres, de los primeros músicos, de un HERMAN de REICHENAU, a un GUILLERMO de MACAULT; el ejército, el inmenso ejército de aquellos que bajo la mirada de Dios, durante más de un milenio sirvieron en Occidente al Bien, la Verdad y la Belleza. Así, que en el momento de dejar estos tiempos en muchas ocasiones rudos pero siempre fecundos, pasan ante nosotros ojos tantas obras imperecederas, plasmadas a partir de la REGLA BENEDICTINA, como el “Salterio de Utrecht”, el “Cantar de ROLANDO”, LAS FUENTES DE SAN BARTOLOMÉ de Lieja, el Ambón de KLOSNEUBURGO, las Abadías románicas y las Catedrales góticas, el Pórtico Real de la Capital de la Beac y el Tímpano de la Virgen de la Capital capeta, la Leyenda de TRISTÁN e ISOLDA, los himnos religiosos y las canciones de trovadores y goliardos, las “Sumas” teológica-filosóficas, las vidrieras de la Sainte Chapalle, los motetes sacros, la “Divina Comedia”, el Canzoniere, la Mosse du Sacre, el Pozo de MOISÉS, el Retablo del Cordero Místico, el Testamento, lo Misterios y “La Piedad” de Avignon”. (Hasta aquí el Profesor LEOPOLDO GENICOT).

Creaciones comunes a todo el Occidente que les dio a luz y a la Iglesia que fue su inspiradora y dentro de ella, para todos, decimos nosotros, SAN BENITO, PEDAGOGO DE OCCIDENTE.
ADEMÁS, la Orden Benedictina es doblemente importante por haber asistido y apadrinado el nacimiento el nacimiento de las sucesivas que tuvieron siempre, grandísima influencia en la cultura occidental.

Es así como de distintos modos la Orden Benedictino está enlazada a los fundadores y propulsores de las nuevas congregaciones religiosas.

Ella después de haber prestado su apoyo a la magna obra litúrgica de Roma y de haber introducido hasta los últimos confines de Europa la Cultura junto con la Fe católica romana, es solicitada por una empresa más grande todavía: es la que identificándose por un momento con los destinos de la Ciudad Eterna suministrará, inspirara y apoyará por todos los medios, esos grandes Pontífices de los siglos XI y XII, defensores heroicos de la Santidad e independencia de la Iglesia Católica.

Al mismo tiempo que los benedictinos colaboraran activamente en la instalación de los esplendores del culto y transformaban a los incultos germanos; en mansedumbre, orden, y moralidad; o se dedicaban a las múltiples ramas del saber, se encargaron también de aquellos trabajos corporales o manuales o mecánicos necesarios a la subsistencia de la abadía o el monasterio, y especialmente a la agiri-cultura, primera forma de cultura romana, en regiones aptas.

En efecto, apenas llegaban los monjes y edificaban sus rústicos conventos a orillas de algún río comenzaba la transformación de la agreste comarca en productivos campos terminando por construir una villa o burgo que albergaban un pueblo obrero educado en la sabiduría divina y en el cual florecía el espíritu de comunidad.

No pocas ciudades de Europa, tienen un origen monástico. Por eso SAN BENITO es verdaderamente el patrono de Europa.

Finalmente, fueron los monasterios benedictinos los más grandes centros de cultura; ellos conservaron cuidadosamente los elementos de la Antigüedad Greco-Romana, salvados de la destrucción por la diligencia de los monjes y por amor de los estudiantes.

Por todo esto, se ve cuán importante y necesario mencionar la orden benedictina al hablar de la Edad Media.

Debe destacarse en el primer signo de originalidad cultural en esta época es el monasterio, vida en común de hombres y mujeres que desean perfeccionarse por y en las virtudes cristianas y quieren ejercer un apostolado íntegro, viviendo según las normas de los primeros cristianos de la época apostólico.

El monasterio benedictino fue el núcleo cultural de la Edad Media y en los que se condesaron todas las actividades y realizaciones irradiando constantemente, aún en épocas de decadencia, como la actual civilización postmoderna, Caridad y Saber, luz y protección a todo el pueblo cristiano sin distinción alguna.

En él e conservaron intactas las primicias del Espíritu, abrigando al calor del Culto los más esenciales principios de vida apostólica, justa aplicación de las normas evangélicas; y puede decirse que por la acción de esos núcleos, la semilla de la divina palabra justificó el ciento por uno, produciendo esos magníficos tesoros de amor y Saber, que son glorias imperecederas del Medioevo.

La vida del Monje está condensada en la “fórmula” ORA et LABORA, es decir, la actividad mística y contemplativa y la acción por excelencia, la actividad temporal.

Estos dos aspectos engranan armoniosamente en el individuo y en la sociedad y dan como fruto toda la potencia espiritual del Medioevo.

El monje es en esencia el hombre de fe, el hombre entregado a la obediencia. El monje se despaja voluntariamente de su propio yo; he ahí el fondo de la obediencia monástica, precisamente uno de los ideales de la Edad Media fue el estado monacal.

De aquí con seguridad la característica comunitaria de toda obra de esa época. En la vida seglar se procuraba imitar el espíritu monástico, en lo posible y su consecuencia fue el nacimiento de una conciencia comunitaria (mejor dicho corporativa) que informó toda la Edad Media, que se infiltró en las cuestiones industriales y comerciales donde, donde como sabemos, también existían los gremios con sus maestros y aprendices.

Ese comunitarismo medioeval estaba poderosamente alimentado por la absoluto adhesión al Pontífice romano, a la tradición romana-cristiana, adhesión que comienza a decaer ya a principios del siglo XIV, con motivo del Gran Cisma de Occidente.

“He aquí la obra de SAN BENITO DE NURSIA – ha dicho otro gran orador, Monseñor FREPPOL – obra admirable, hermanos, en la que resplandece, bajo la luz de lo alto, el genio del hombre con sus vastas y profundas intuiciones. En esta legislación de las almas llamadas a la vida perfecta, en esta obra capital de la prudencia y de discreción, se expresa SAN GREGORIO MAGNO, discretione pracecipuam hay sin duda la poderosa lucidez de una morada iluminada por la fe; pero se encuentra también en esta legislación, si no nos equivocamos, algún rasgo de aquellos patricios de la antigua Roma que conquistaron el mundo más por la sabiduría que por la fuerza, que supieron gobernarlo después de conquistarlo y que prepararon así, sin ellos saberlo, el reinado universal de CRISTO. Por esta sabiduría tan romana, el patriarca de Montecassino ha adquirido una posterioridad numerosa como las estrellas y como las arenas del mar. Esta Regla que se adapta a las situaciones más diversas, esta Regla que no excluye nada y se presta a todo, los hijos de SAN BENITO podrán practicarla en todas las latitudes, en cualquier medio social que sea: en todas partes formara cristianos perfectos, en todas partes donde se existan almas que se consagren a DIOS y un monasterio donde cantar las divinas alabanzas”. (GARCÍA M. COLUMBAS-LEÓN M.SENSEGUNDO-ODILÓN CUNILL: “San Benito, su vida y su Regla”. Biblioteca de Autores, Madrid, 1953, p. 132).

“Esta transformación del hombre en todos sus pensamientos y actos, - enseña VALDEMAR VEDEL, “Ideales de la Edad Media”, t. IV, “La vida monástica”, traducción del danés por Jaime Ruiz Manet, Editorial Labor, Barcelona, 1931, p. 23 y 24. – verdadera conversio morum, ES LO QUE LA REGLA BENEDICTINA IMPONE COMO CONDICIÓN PREVIA PARA EL INGRESO EN LA ORDEN. La regla benedictina impone como condición previa para el ingreso en la Orden. La regla benedictina no se abre sin más para aquel que quiera entrar; dásele, al novicio, tiempo abundante para reflexionar, después de haberla probada por sí mismo, acerca de la nueva por sí mismo por sí mismo, acerca de la nueva vida que ha elegido. Una y otra vez durante los años de prueba, le son leídas solemnemente las “reglas”, añadiendo luego “estas son las leyes bajo las cuales has de vivir; si eres capaz de acatarlas, entra; si temes no poderlas resistir, acepta el nuevo hermano los votos que le ligan para siempre. Todas las ceremonias de que estos votos van acompañados se dirigen a grabar en la mente del novicio la idea de que su personalidad anterior ha muerte en él, y que se ha despedido para siempre del mundo y de su vida primera.
“…Día tras días, un año y otro, acuden los monjes al templo a determinadas horas, y más de una vez cada día, para rezar en común. Rezan a prima y a tercia, a sexta y a nona; rezan también a vísperas y completas y aún nocturnos, cuando no coincidan con los laudes, y vuelven a rezar. Las “horas canónicas” regulan toda la vida del cennobio, dividiendo los trabajos del día, e interrumpiendo el descanso de la noche. Añádese a esto la misa solemne que diariamente se celebra en el templo, a las siete, después de prima, o a las nueve, entre tertia y sexta. La misa constituye el punto más solemne de la jornada, la manifestación cotidiana de la Divinidad misma en su santa casa, el diario milagro en virtud del cual el pan y el vino en transubstancian en carne y sangre de JESUCRISTO. A la misa asisten todos los que en el convento tienen pies para andar, desde el abad o prior al más humilde de los legos”.

No es posible reunir en cinco páginas catorce siglos y medio de Historia. Y menos aún cuando se trata de la historia benedictina. QUEDA MUCHO POR CONSIDERAR.

Frente a los bárbaros (germanos invasores del Imperio) la Iglesia es la única fuerza organizada que puede aún encarnar la ciudad terrestre, ella es la que conduce “EL NAVÍO ABANDONADO, SIN PILOTO, EN GRAN TEMPESTAD”,

NAVE SENZA NOCCHIERE EN GRAN TEMPESTA…

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus

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Sobre los Fundamentos de Occidente según Teodoro Haecker



NEWMAN: Es difícil decir si el Imperio Romano ha desaparecido o no. En cierto aspecto, ha desaparecido, pues se ha dividido en reinos; en otro, está aún vigente, pues no se puede señalar la fecha de su final, y muchas serían las maneras de demostrar que pueda pensarse en serio en su total pervivencia, aunque en un estado mutilado y decadente.

Mi libro “VIRGILIO, PADRE DE OCCIDENTE”, lleva como preámbulo las palabras de un diálogo imaginario sobre Europa:
“En semejante tiempo ¡oh amigos míos! meditemos, antes que sea tarde, qué debemos llevar con nosotros de entre los horrores de la devastación. Ea pues: al igual que ENEAS los penates, tomemos nosotros primeramente la CRUZ, que aún podemos seguir usando como señal, antes de que caiga sobre nuestras cabezas. Y después: sí, lo que cada uno más fervientemente ame. Nosotros, sin embargo, no quisiéramos olvidar a nuestro VIRGILIO, que cabe en un bolsillo de la chaqueta”.

Corresponde ello a un estado de ánimo fundamental, que no es un a priori irracional, sino que tiene su fundamento (pues él mismo no es el último fundamento) en una fe y en un saber. ¿A dónde va nuestro tiempo? ¿Cuál será la figura del mundo, cuál su nueva apariencia, una vez que se destruya en este planeta muchas cosas que todavía no fueron destruidas? No lo sabemos; nadie lo sabe, excepto DIOS. Sólo esto sabemos: en este mundo, cuando hay que edificar una casa en el lugar que ocupa otra, debe ésta desaparecer, o pacífica y reposadamente, o por la violencia, en una catástrofe. En un mundo así de espacio y de tiempo, de cosas que nacen y de cosas que perecen, vivimos nosotros, y su modo de ser no está mano cambiarlo, sino solo en la de DIOS.

Cuando AGUSTÍN, el santo obispo, moría en la Hipona cercada por los vándalos, aparecía ante sus ojos la patria celestial, la civitas Dei, esa meta que es DIOS mismo, el único que puede dar al inquieto corazón de la creatura, del hombre, la tranquilidad y la paz definitiva, la pax Domini. Sin duda alguna, no soñaba AGUSTÍN con las catedrales románicas o góticas, ni con los palacios renacentistas o barrocos, esas moradas externas de la Iglesia de Cristo que habían de surgir y desaparecer de nuevo, para alegría de muchos ojos y enojo de algunos. Así debe ser nuestra actitud frente a las realidades más profundas de la vida. No vivamos en la loca pretensión de que el barroco vayan a ser el estilo definitivo que desde hasta el fin del mundo haya de determinar la forma y el ceremonial de las Iglesias y de la Iglesia; no vivamos de esta ilusión para no caer en cuidados superfluos si alguna vez llega todo esto a ser destruido. El fundamento de la Iglesia es la roca de PEDRO, que no es ni judía ni griego ni romana ni germánica, ni eslava, sino algo integralmente HUMANO que DIOS creó y sostiene, y que a su vez sostiene todo lo que en ella existe y lo que existirá, aunque sea hindú, chino o africano, dando a cada época el estilo que le conviene, si sus hombres se avienen a ello sin fraude y con buena voluntad.

La Iglesia es “católica”; algo que de modo sensible tal vez no puede ser expresado al mismo tiempo, símil, ni espacial ni temporalmente; por eso se da, de hecho, a lo largo del tiempo y del espacio, pero se da, de hecho se da ineludiblemente. Procuremos en primer lugar con todas nuestras fuerzas desligarnos de nuestras condiciones materiales para lograr la independencia de que goza el espíritu, por su carácter substancial, permanente, frente a la caducidad de este mundo, la caducidad consustancial a este mundo, aun cuando esta liberación sea algo doloroso. ¡Y lo es! Temple cada uno su tendencia al individualismo, solitario, subjetivo, propenso a la desesperación, mediante el pensamiento de nuestra condición comunitaria, nuestra esencia supraindividual, que exige la superación de la subjetividad.

La Iglesia es independiente del espacio y del tiempo, de razas, pueblos y Estados. Este es el primer postulado de nuestras consideraciones, aunque no lo empleamos fanáticamente ni lo situamos en primer plano; pero ahí está, en el trasfondo, inconmovible, más que ningún otro, de los que quizá afectan más de cerca de nuestros intereses cotidianos y nos hacen perder, lamentablemente, la dignidad de la moderación. Solamente en la eternidad misma no necesita lo eternamente nuevo destruir lo eternamente lo antiguo. En el éon en que nosotros vivimos, a lo nuevo hay que hacerle sitio, porque adviene de modo sucesivo, en el tiempo, por destrucción de lo antiguo, y sólo permanece lo eterno de ambos. Todo devenir está unidos a un fenecer, suave expresión vegetal que, ya en el animal puede dar lugar a un placer y a un dolor, y en el hombre, a una exaltación hímnica y a una trágica catástrofe. Así es en este mundo y en este eón, y nosotros queremos decir la verdad, sin retórica, tan claramente como podamos verla y soportarla. Pues ahí reside nuestra fuerza. Que el mundo pasa y perece, no sólo lo enseña él mismo, con espanto de sus hijos, que lo tienen por padre y a menudo ¡ay! Por padrastro; es algo revelado por DIOS, el CREADOR, que es ETERNO.

THEODOR HAECKER, “¿Qué es el hombre?” Ediciones Guadarrama, Madrid, 1961, el original “Was ist del Mensch?” 1949, presentación, traducción y Epílogo del P. ALFONSO LÓPEZ QUINTÁS. p. 33-36.

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus

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domingo, 30 de noviembre de 2008

San Benito de Nursia

“VIVIENDO ASÍ… RECORREMOS LA SENDA DE LOS MANDAMIENTOS DE DIOS CON UNA DULZURA AMOROSA INENARRABLE; DE MODO QUE SIN ABANDONAR NUNCA SU ESCUELA, SINO PERSEVERANDO EN SUS ENSEÑANZAS HASTA LA MUERTE, EN EL MONASTERIO, COMPARTIMOS CON NUESTRA PENITENCIA LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO Y ASÍ NOS HACEMOS DIGNOS DE COMPARTIR SU REINO”
SAN BENITO, prólogo de la Regla.

“Una vez hubo un hombre Venerable, cuyo nombre era BENITO…Nació de buena familia, en la provincia de Nursia, y de allí fue enviado a la escuela en Roma. Pero… despreció sus estudios, abandonó su hogar y la riqueza de su padre, y, con el deseo de complacer sólo a Dios, buscó el hábito de la santa religión”.

SAN BENITO no fue el primer monje, pero fue el primero que no consideró el monasterio como una colección de ermitaños, cada uno de ellos dedicado a su propia salvación personal, sino como una comunidad de personas que viven unidas y con un mismo propósito. Nació en 480, en una época en que el Impero romano de Occidente se había hundido por completo e Italia estaba dividido entre los ostrogodos, en el Norte, y el precario dominio del emperador oriental (bizantino), en el Sur. Era una época de desolación, y el nuevo monasticismo de BENITO constituyo una de las medidas para contrarrestarla. Consolidó la Iglesia, protegió la cultura y preparó misioneros que ampliarían el ámbito de la cristiandad.

El primer período de BENITO como monje se conformó al patrón “egipcio”: soledad, penitencia, y oraciones en una cueva junto a Subiaco. Luego, durante 18 años dirigió una colonia de monjes en Vicovaro, racionalizando los duros preceptos de los Padres del Yermo y sistematizando sus propias ideas acerca de una comunidad equilibrada y que se bastase a sí misma. Hacia 529 se trasladó a Monte Cassino y escribió su Regula para guía de las futuras generaciones. Sus disposiciones son severas pero prácticas, y se han conservado hasta nuestros días, sin cambios esenciales, como fundamento de la vida monástica.

SAN GREGORIO MAGNO, monje benedictino que llegó a ser Papa, escribió la Vida de San Benito – o mejor, el Segundo Libro de sus Diálogos, que la contiene -, probablemente en 593 o 594.

SAN GREGORIO acaba su Vida de San Benito: “Ahora debo enmudecer un momento, para recuperar fuerzas con el silencio y poder narrar los milagros de otros”.

Editó Gabriel Pautasso
Instituto Eremita Urbanus


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martes, 25 de noviembre de 2008

Noticia impactante: un cardenal elogia a la ortodoxia


Escribe el cardenal Biffi en su último libro: "Al día de hoy, ya no es más la herejía sino la recta doctrina la que tiene que ser noticia". Por ejemplo, sobre la castidad. O sobre Jesús, quien no es solamente hombre sino Dios.

Por Sandro Magister

Desde su retiro sobre la colina de Bologna, el cardenal Giacomo Biffi ha entregado sus reflexiones en un nuevo libro, al que le ha dado el título de "Pecore e pastori [Ovejas y pastores]". Que explica así:

"Antes que cualquier otra cosa, todos en la Iglesia pertenecen al redil de Cristo. Todos, desde el Papa hasta el más reciente de los bautizados, poseen el verdadero motivo de su grandeza no tanto en el estar a cargo de esta o esa tarea en la comunidad cristiana, por cuanto forman parte de la 'pequeña grey'. Hay entonces una sustancial paridad entre todos los creyentes, en tanto creen realmente: sólo creyendo se cuenta entre las ovejas de Cristo".

Al igual que en sus libros anteriores, también esta vez las palabras llenas de vida del cardenal y teólogo no son las familiares en las escuelas de teología más frecuentadas, sino que remiten directamente al lenguaje del Evangelio, abierto a "los pequeños" y cerrado para los "sabios".

El cardenal Biffi sabe que la herejía está de moda. Pero esto es para él un motivo más para defender la ortodoxia:

"A veces, en algunos sectores del mundo católico se llega inclusive a pensar que debe ser la Revelación divina la que se adapte a la mentalidad corriente para llegar a ser creíble, y no más bien que es la mentalidad corriente la que debe convertirse a la luz que nos es dada desde lo alto. Sin embargo, se debería reflexionar sobre el hecho que 'conversión', no 'adaptación', es la palabra evangélica".

La adaptación al pensamiento corriente – escribe – llega hasta a nublar la divinidad de Jesús, reducido a simple hombre aunque de extraordinario valor:

"Por cuanto la afirmación puede parecer paradójica, la cuestión arriana [de Arrio, el hereje condenado por el Concilio de Nicea del 321 d.C.] está siempre a la orden del día en la vida eclesial. Los pretextos pueden ser muchos: desde el deseo de sentir a Cristo más cercano y más uno de nosotros, hasta el propósito de facilitar la comprensión exaltando casi en forma exclusiva los aspectos sociales y humanitarios. Al final, el resultado es siempre el de quitar al Redentor del hombre su unicidad radical y clasificarlo entre los seres tratables y domesticables. Bajo este aspecto se podría decir que entonces el Concilio de Nicea es hoy más actual que el Concilio Vaticano II".

Son muchas las páginas a contramano del nuevo libro de Biffi. A continuación reproducimos el capítulo que se refiere a un tema entre los más controversiales, el de la castidad, afrontado por el autor en una forma que parece insólita y a contramano, justamente porque hace referencia directa a las fuentes de la doctrina y de la moral cristianas: las palabras de Jesús en los Evangelios, las epístolas de san Pablo y los otros libros de las Escrituras.


El desafío de la castidad

Por Giacomo Biffi

Dentro de la secular experiencia de la humanidad – tan monótona y repetitiva en sus opacidades espirituales, en sus derrotas morales, en sus sufrimientos enigmáticos –, el advenimiento de la "grey pequeña" de Cristo ha sido quizás la única novedad sustancial: algo inédito y positivo ha aparecido finalmente sobre la faz de la tierra.

Se ha asomado por primera vez la caridad como altísimo ideal de vida: [...] un ideal admirado muchas veces también [...] por los no-cristianos, aunque sea difícil de imitar; un testimonio que alguna vez hizo reflexionar también a los que no están acostumbrados a dar lugar a Dios en sus pensamientos.

Lo que por el contrario ha sido percibido por el mundo como algo desagradable y repulsivo en la mentalidad y en el estilo de la Iglesia es el ideal, el programa, el testimonio de la castidad. [...] Ella se configura desde el comienzo como un verdadero y auténtico desafío. Y queda como un desafío también frente a la mentalidad más difundida y prevaleciente en nuestros días. [...]

Una incompatibilidad evidente

Cuando se asoma al teatro de la historia – en el mundo greco-romano, más que en los territorios del antiguo reino de Israel – el cristianismo debe saldar cuentas con una cultura marcada por una concepción del erotismo, por una práctica de la sexualidad y por una reglamentación de la institución matrimonial que es percibida inmediatamente como extraña a la índole del Evangelio y más aún como estridente con la nueva humanidad, nacida del acontecimiento pascual.

Pero no hubo titubeos: se impuso desde el comienzo la persuasión universal y compacta que en tal materia no se admitiesen ambigüedades o compromisos. El "pueblo nuevo", surgido del agua y del Espíritu, debía distinguirse – más que por el fenómeno inaudito del estilo de amor fraterno – también por una forma exigente y radical de la castidad. Todas las menciones en nuestro poder concuerdan. [...] Se lo deduce de los listados de las transgresiones inadmisibles en la existencia cristiana, que excluyen el ingreso al Reino de Dios. Se trata de listados que se proponen con premura pastoral a las comunidades creyentes:

"No se engañen: ni los inmorales (pornòi), ni los idólatras, ni los adúlteros (moichòi), ni los depravados (malakòi), ni los sodomitas (arsenokòitai), ni los ladrones, ni los avaros, ni los ebrios, ni los salteadores heredarán el reino de Dios" (1Cor 6, 9).

"Sabed bien que ningún fornicador (pòrnos), impuro (akàthartos) o avaro, es decir, ningún idólatra tendrá en herencia el reino de Cristo y de Dios" (Ef 5, 5).

"Son bien conocidas las obras de la carne: la fornicación (pornèia), la impureza (akatharsìa), la impudicia (asèlgheia)…; respecto a estas cosas os prevengo, como ya he dicho: quien las lleva a cabo no heredará el reino de Dios" (Gal 5, 19-21).

Exigencia de santidad

Entre los signos necesarios y más reconocibles del tránsito sustancial acontecido con el bautismo se cuenta el de una conducta casta, entre el modo de vivir degradado e indigno, típico del paganismo, y un estado de pureza nueva: es un contraste neto entre las viejas costumbres y la novedad pascual:

"Como habéis puestos vuestros miembros al servicio de la impureza y de la iniquidad para la iniquidad, así ahora poned vuestros miembros al servicio de la justicia para la santificación" (Rm 6, 19).

"Ya han vivido bastante tiempo conforme al criterio de los paganos, entregándose a toda clase de desenfrenos (en aselghèiais)" (1Pe 4, 3).

No es una sexofobia obsesiva y ni tampoco un moralismo exasperado lo que inspira este comportamiento. Es más que nada una conciencia sin precedentes de la exigencia de santificación, la cual proviene de haber adherido al Dios tres veces santo:

"Ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación: que os abstengáis de la impureza (apò tes pornèias), que cada uno de vosotros sepa tratar a su propio cuerpo con santidad y respeto, sin dejarse dominar por la pasión, como hacen los paganos que no conocen a Dios" (1Tes 4, 3-5).

"Dios no nos ha llamado a la impureza (epì akatharsìa), sino a la santificación. Por eso, quien desprecia estas cosas no desprecia a un hombre, sino al mismo Dios, quien os dona su santo Espíritu" (1Tes 4, 7-8).

El joven cristianismo siente que es sobre todo la inmoralidad sexual del mundo helenístico la que merece el nombre de impureza (akatharsìa) contraria a Dios.

Valor del cuerpo

Esta cultura, inaudita en la sociedad greco-romana, no nace de un excesivo espiritualismo, pues no hay en ella esa desconfianza hacia lo que es material y corpóreo, desconfianza que se propagaba en las ideologías de matriz platónica (pero que era desconocida para la mentalidad israelita).

Al contrario, ella se alimenta y se expresa con respeto hacia el cuerpo, el que en la perspectiva cristiana está considerado como una realidad sagrada y como un instrumento de santificación:

"¡Alejaos de la impureza! Cualquier pecado que el hombre comete, está fuera de su cuerpo, pero quien se entrega a la impureza peca contra su propio cuerpo. ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habita en vosotros, que lo habéis recibido de Dios, y que vosotros no os pertenecéis a vosotros mismos? En efecto, habéis sido comprados a un precio elevado: ¡glorificad entonces a Dios en vuestro cuerpo!" (1Cor 6, 18-20).

Según san Pablo, hay como una "dimensión litúrgica" de la castidad:

"Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a ofrecer vuestros cuerpos como sacrificio viviente, santo y agradable a Dios; éste es vuestro culto espiritual" (Rm 12, 1).

Se entiende por qué la Iglesia ha reaccionado rápidamente contra la desestimación gnóstica del matrimonio, desestimación que en el gnosticismo llega a la prohibición (cfr. 1Tim 4, 3), y que haya defendido la dignidad del mismo:

"Que el matrimonio sea respetado por todos y que el lecho nupcial no sea manchado. Los fornicadores y los adúlteros serán juzgados por Dios" (Hb 13, 4).

La nueva humanidad del bautizado se revela también en su lenguaje, que debe aborrecer el hablar soez y también las expresiones vulgares, porque en los "santos" (así son llamados los cristianos en las cartas apostólicas) la preocupación por la castidad es total y debe resplandecer en cada manifestación del "hombre nuevo", también en su comportamiento general y en sus palabras:

"Alejad también vosotros todas estas cosas: la ira, la animosidad, la maldad, los insultos y los discursos obscenos (aischrologhìan) que salen de vuestra boca" (Col 3, 8).

"Como debe ser entre los santos, entre vosotros ni siquiera se hable de fornicación, de cualquier clase de impureza o codicia, ni tampoco de vulgaridades, de cosas insulsas o de triviliadades: éstas son cosas inconvenientes" (Ef 5, 3-4).

La cuestión de la homosexualidad

Respecto al problema hoy emergente de la homosexualidad, según la concepción cristiana es necesario distinguir el respeto debido siempre a las personas, lo que conlleva al rechazo de su marginación social y política (salvada la naturaleza inderogable de la realidad matrimonial y familiar), de la obligada reprobación de toda ideología que exalta la homosexualidad.

La palabra de Dios – tal como la conocemos en una página de la epístola a los Romanos del apóstol Pablo – nos ofrece también una interpretación teológica del fenómeno de la propagada aberración ideológica y cultural en esta materia: tal aberración, se afirma, es al mismo tiempo la prueba y el resultado de la exclusión de Dios de la atención colectiva y de la vida social, y del rehusarse a darle la gloria debida.

La exclusión del Creador determina un descarrilamiento universal de la razón:

"Habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en sus vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. Haciendo alarde de sabios, se convirtieron en necios" (Rm 1, 21-22).

Como consecuencia de esta obcecación intelectual, se ha comprobado que el comportamiento y la actitud teórica han caído en la más completa disolución:

"Por eso Dios los ha abandonado a la impureza según los deseos de sus corazones, hasta deshonrar entre ellos a sus propios cuerpos" (Rm 1, 24).

Y para prevenir todo equívoco y toda lectura acomodaticia, el Apóstol prosigue haciendo un análisis impresionante, formulado con términos totalmente explícitos:

"Por eso Dios los ha abandonado a las pasiones infames; en efecto, sus mujeres han cambiado las relaciones naturales en otras contra la naturaleza. Igualmente , también los varones, al dejar de lado la relación natural con la mujer, han accedido al deseo mutuo, cometiendo actos ignominiosos entre varones, recibiendo así en sí mismos la retribución que merece su extravío. Y dado que no consideraron que debían conocer adecuadamente a Dios, Él los ha abandonado a su inteligencia depravada y ellos han cometido acciones indignas" (Rm 1, 26-28).

Por último, san Pablo se apresura en resaltar que la abyección extrema se da cuando "los autores de tales cosas... no sólo las cometen, sino que también aprueban a quienes las hacen" (Rm 1, 32).

Es una página del Libro inspirado que ninguna autoridad humana puede obligarse a censurar. Y ni siquiera está permitido, si queremos ser fieles a la palabra de Dios, la pusilanimidad de silenciarla a causa de la preocupación de aparecer como no "políticamente correctos".

Debemos hacer notar también la actualidad especial de esta enseñanza de la Revelación divina. Lo que san Pablo ponía de manifiesto como acontecido en la experiencia cultural del mundo greco-romano, se demuestra proféticamente correspondiente a lo que se ha verificado en la cultura occidental en estos últimos siglos: la exclusión del Creador – hasta proclamar grotescamente la "muerte de Dios" – ha tenido como consecuencia y casi como castigo intrínseco una propagación de una ideología sexual aberrante, en cuanto a su arrogancia desconocida por las épocas precedentes.

El pensamiento de Cristo

Hablando en general, Jesús ha abordado pocas veces esta temática, y siempre con un estilo sobrio, pero al mismo tiempo inequívoco y resuelto. En materia de moral sexual, él se revela contrario no sólo con las costumbres de los paganos, sino también a algunas convicciones difundidas en Israel.

Por otra parte, no es imaginable que el anuncio pascual y la propuesta de la comunidad cristiana, con su carga de novedad y de inconformismo, no se atuvieran también en este punto a la plena fidelidad al Evangelio y no se hayan propuesto la perfecta consonancia con el magisterio del Señor, custodiado y transmitido por la predicación de los Apóstoles.

Jesús no dudó en poner también a las violaciones a la castidad entre los comportamientos que atentan contra la dignidad del hombre y contra su pureza interior, precisando además que la corrupción del "corazón" (es decir, del mundo interior) es la fuente y la medida de la responsabilidad (y, en consecuencia, de la culpabilidad) de las acciones perpetradas:

"Del corazón provienen los propósitos malvados, los homicidios, los adulterios, los robos, los falsos testimonios, las calumnias. Todo esto hace impuro al hombre" (Mt 15, 19-20).

Jesús hasta considera – y esto es típico de su antropología – que la castidad es violada en la intimidad del alma, cuando se acepta el deseo reprobable, antes que se produzca la consumación del acto pecaminoso:

"Aquél que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón" (Mt 5, 28).

Un problema rabínico respecto al matrimonio

"¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer (gynàica) por algún motivo?" (Mt 19, 3). La cuestión que los fariseos proponen a Jesús tenía una referencia precisa: se trataba de una cuestión que dividía a las corrientes rabínicas de la época.

La escuela de Shammai consideraba que la única razón válida para proceder al repudio era el mal comportamiento moral, es decir, el libertinaje de la mujer.

Para la escuela de Hillel, por el contrario, bastaba algún inconveniente en la vida conyugal, inclusive sólo la costumbre de salar demasiado los panes o haber dejado quemar el segundo plato.

Al continuar con tal línea permisiva, pocas décadas después, el Rabbí Aquiba llegará a considerar como razón suficiente la posibilidad, por parte del marido, de desposar a una mujer más bella.

La respuesta de Jesús

Jesús no se deja envolver en las controversias de los doctores de la ley ni se muestra condicionado por los comportamientos difundidos por los judíos. El suyo es un golpe lateral, ya que su respuesta es que necesita remitirse al designio originario de Dios:

"Al principio de la creación Dios los hizo varón y mujer; por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos se convertirán en una sola carne. Que el hombre no divido lo que Dios ha unido" (Mc 10, 6-9).

"Al principio": este "principio" en el que ha sido pensada y decidida la creación (cfr. Génesis 1, 1: en archè) incluye ya la perspectiva cristológica y eclesiológica, según la cual la realidad nupcial es signo y figura de la unión que liga al Redentor con la humanidad renovada, y la misma distinción de los sexos es alusión a la dialéctica y a la comunión entre Cristo y la Iglesia.

Es una visión tan sublime e inesperada del matrimonio, que los discípulos, pasmados, se refugian en el sarcasmo: "Si ésta es la situación del hombre respecto a la mujer, no conviene casarse" (Mt 19, 10).

Notemos que la redacción del episodio por parte de san Marcos supone la idea de la igualdad sustancial entre el hombre y la mujer, una igualdad que no aparecía en las disposiciones mosaicas:

"Quien repudia a su propia esposa y se casa con otra, comete adulterio; si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio" (Mc 10, 11-12).

Por su parte, el evangelio de san Lucas ha conservado otra frase de Jesús que nos ofrece una precisión ulterior:

"Todo aquél que repudia a su propia esposa y se casa con otra, comete adulterio; el que casa con una mujer repudiada por su marido, comete adulterio" (Lc 16, 18).

Como se ve, la segunda parte de la frase previene y descarta también la hipótesis que la indisolubilidad no vale más luego que el vínculo se ha roto, como alguno ha pensado. Y desautoriza la hipótesis que la ley de la indisolubilidad pueda ser excepcionalmente violada, cuando se trata del cónyuge repudiado, no responsable de la ruptura.

El inciso de Mateo

La redacción de san Mateo agrega un inciso que no es de fácil comprensión:

"El que repudia a la propia esposa (ten ghynàica autoù), excepto en caso de 'pornèia', y se casa con otra, comete adulterio" (Mt 19, 9).

¿Qué es esta "pornèia"? No puede significar un mal comportamiento moral de la mujer, porque en tal caso Jesús se asimilaría a la escuela de Shammai (mientras la reacción de los discípulos se explica sólo con la novedad absoluta de la sentencia de Cristo). Por otra parte, la perfecta concordancia de san Marcos, san Lucas y san Pablo nos asegura que Jesús considera absoluto el principio de la indisolubilidad.

La solución más simple es que aquí se habla de una convivencia no esponsal con una mujer, convivencia que no sólo se puede sino que también se debe interrumpir. Así interpreta también la Biblia de la Conferencia Episcopal italiana, que traduce: "Si no es en caso de unión ilegítima".

El ideal y la misericordia

Jesús anuncia sin atenuantes y sin concesiones el espléndido diseño originario del Padre sobre la mujer y sobre el hombre; por eso mismo advierte a todos para que no desfiguren ese ideal de una vida casta y santa que se nos propone divinamente. Pero mira siempre con simpatía y comprensión a los hombres que de hecho han envilecido ese ideal con sus prevaricaciones.

Los pecadores son tratados por él con afectuosa cordialidad. No los considera extraños y lejanos, más bien los considera la razón de su venida al mundo y los naturales destinatarios de su misión: "Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9, 13; Mc 2, 17; Lc 5, 32).

Con esta actitud benévola consigue salvar de la lapidación a la adúltera (Jn 8, 1-11). Defiende caballerosamente a una mujer que en el relato evangélico es calificada como "una mujer pecadora que vivía en la ciudad" (Lc 7, 37). Con la samaritana que vivió varias experiencias lleva a cabo una conversación amable y sincera que conquista su corazón (Jn 4, 5-42).

La suya no es la misericordia aparente del permisivismo, sino que por el contrario, es la misericordia salvadora que, sin despreciar y humillar, impulsa al arrepentimiento y al renacimiento interior..

El "gran misterio"

La visión cristiana trascendente del vínculo hombre-mujer – y en esa visión la precisa y exigente propuesta de vida casta, según la condición propia de cada uno – encuentra su fundamento y su inspiración en el convencimiento que ese vínculo es imagen de la conexión esponsal que une a Cristo con la Iglesia.

Es una lección de "teología anagógica" (que se deja iluminar desde lo alto) que san Pablo nos imparte en la epístola a los efesios. En la donación recíproca de los cónyuges vive un "gran misterio" [...] que el Padre ha diseñado antes de todos los siglos: "Éste es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia" (Ef 5, 32). A los ojos del Apóstol, el amor del marido por su esposa evoca el amor de Cristo por la Iglesia: un amor que salva, que purifica y que santifica.

El posterior magisterio de la Iglesia hablará del matrimonio como "sacramento", un sacramento que, al ser alusión y figura del vínculo que hace del Redentor y de la humanidad "una sola carne", efectúa en los esposos una participación especial en ese acontecimiento, [...] en el interior del cual los actos recíprocos de donación personal se convierten en ocasión y vehículo de continua gracia.

Ninguna filosofía y ninguna religión han llegado jamás a exaltar así la vida sexual. Naturalmente, hablamos de la vida sexual conducida según el plan originario de Dios.

Un desafío siempre actual

La castidad anunciada y propuesta por la predicación apostólica ha sido sin duda un desafío a la mentalidad y al comportamiento de la humanidad de esos tiempos. Y es un desafío que también hoy conserva intacta su actualidad. Bajo un cierto aspecto se ha tornado más necesaria y más urgente.

Nuestra época está dominada y maltratada por una especie de pansexualismo. El sexo es invocado continuamente: no sólo en los enunciados sociales y psicológicos, no sólo en las múltiples expresiones de arte y de cultura, no sólo en los espectáculos y en los entretenimientos, ya que hasta en los mensajes publicitarios no se puede hacer menos que evocarlo y aludir a él.

A veces tenemos la impresión de estar condicionados y manipulados por una misteriosa agrupación de maniáticos que imponen a todos su degeneración mental. Son los mismos que no dejan jamás de definir como beatos e hipócritas a cuantos no se dejan convencer por sus elevadas argumentaciones. Y con su tenacidad y su intrepidez alcanzan, sin quererla, la melancólica meta de una comicidad objetiva.

Realismo evangélico

Es indudable que a los ojos del mundo la visión cristiana parece fatalmente abstracta y utópica: se dirá que es noble y bella, pero demasiado alejada de la realidad efectiva.

En honor a la verdad, este ideal de castidad es justamente imposible y vano para quien no vive en plenitud la vida bautismal, con sus citas sacramentales, con la contemplación asidua del acontecimiento pascual, con el justo espacio dedicado a la oración, con el compartir en forma decidida y alegre la experiencia eclesial.

El motivo está en el hecho que la castidad no es una virtud que se pueda conseguir y adquirir por sí sola, fuera del contexto de un seguimiento integral de Cristo. Por el contrario, en el contexto de un seguimiento integral de Cristo todo se torna posible, fácil, alegre: "Yo lo puedo todo en aquél que me conforta" (Flp 4, 13).

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El libro:

Giacomo Biffi, "Pecore e pastori. Riflessioni sul gregge di Cristo", Cantagalli, Siena, 2008, pp. 256, euro 13,80.
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Del anterior libro, de un año atrás, de Giacomo Biffi, "Memorie e digressioni di un italiano cardinale" [Memoria y disgresiones de un cardenal italiano], www.chiesa ha publicado algunas páginas seleccionadas en este servicio:

> Antes del último cónclave: "Qué le dije al futuro Papa" (26.10.2007)
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Otros servicios de www.chiesa sobre el cardenal Biffi y sus escritos:

> Pericolo Anticristo! Il cardinale Biffi dà la sveglia alla Chiesa (3.6.2005) > Giacomo Biffi vescovo, l'ultimo dei grandi Ambrosiani (28.10.2002) > Martiri cristiani del 2001. E Biffi striglia la Chiesa (3.1.2002) > Pinocchio riletto dal cardinale Biffi: "L'alto destino di una testa di legno"
(24.8.2000)


A propósito de otro libro, reciente, de otro cardenal, Carlo Maria Martini, en otra tonalidad respecto a Biffi:

> Dios no es católico, palabra de cardenal (12.11.2008)


Traducción en español de José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.
Un aporte del Dr. Roberto Castellano - ProVida

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