sábado, 21 de abril de 2012

Invasores (I)

Muestra vídeo brutalidad real del ejército de Israel contra inocentes. Otra vez Benedicto no besa la Cruz, sólo la alza como trofeo. En su aniversario, presionan a Ratzinger para que dimita. Tres sacerdotes eligieron hundirse en el «Titanic» conduciendo almas al cielo. Castigo de Maciel, fue sólo para legitimar el papado de Joseph Ratzinger: analista.

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

Muestra vídeo brutalidad real del ejército de Israel contra inocentes

La brutalidad del ejército de Israel es evidente... hasta Le Fígaro lo consideró una vergüenza para el estado de Israel.

Así golpean los israelíes a los visitantes que solamente les pasan por enfrente. Si eso hacen ante las cámaras y contra turistas, ¿qué no harán en las sombras?

Le Fígaro lo destacó así:

El video que avergüenza al ejército israelí


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Otra vez más, Benedicto no besa la Cruz, sólo la alza como trofeo

Otra vez no lo besa, pero lo alza como un trofeo; al fondo aparece sonriente el marxista "papabile" Reinhard Marx.

Celebran su cumpleaños 85 con un baile en el interior de la Capilla de San Pablo Intramuros, la misma en la cual Malachi Martin denunció la entronización del Arcángel Caído Lucifer en 1963

Danzan en plena capilla Paulina, en presencia de los obispones cercanos a Ratzinger.

Entre los «íntimos» asistió al festejo el “cardenal” marxista y ultra hereje Reinhard Marx, su sucesor en la sede de Münich

Los aplausos de la tarde se los llevó el comunista confeso Reinhardt Marx, organizador del convite.

También se destaca que cuando saluda a los jovencitos que lo festejaron NO LOS SALUDA como a sus hermanos, con el famoso “saludito de duende” masónico.

A quienes no son sus hermanos en secreto, no les aplica el apretón del nudillo central.

VIDEO COMPLETO:


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Por cuarta vez consecutiva Ratzinger no besó la cruz; no se le da…

Se prolongó el misterio, ahora con un golpe de nariz…

Otra vez Joseph Ratzinger Tauber no besó la Cruz como ordena la Liturgia del Viernes Santo, en su notable esfuerzo, ahora hasta chocó contra ésta, pero con la nariz y no pudo besarla…

Nuevamente sus labios no se posaron sobre la cruz, y con éste hila cuatro años consecutivos.

Quienes aprecien que sí intentó besarla, “pero por la edad no le fue posible”, pueden constatar con los videos de los  tres años anteriores (2009, 2010 y 2011), cómo Ratzinger Tauber -quien muestra buen estado de salud y notable movilidad durante los cuatro años- tampoco pudo besar la cruz que representa la Redención obtenida por Nuestro Salvador.

Esta ceremonia es la más solemne de veneración para la Santa Cruz, y la Nueva Iglesia ha deformado oraciones en forma escandalosa, por más que lo quieran  encubrir con el uso del latín.

A continuación se puede observar cómo Benedicto Ratzinger tampoco pudo besar la Santa Cruz durante los tres viernes santos anteriores, contraviniendo lo ordenado por la Liturgia Católica, y aún la modernista.

No pudo en 2009…

Tampoco en 2010…

Y tampoco el año pasado, ni éste…



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En su aniversario, presionan a Ratzinger Tauber para que dimita


“…jubílese ya, Santo Padre…”

Evidentemente no es por motivos de salud

La presión para que se jubile Ratzinger Tauber es tal que ya hasta le suplican que dimita; la razón, nunca ha sido su salud, sino la andanada de vati-escánadalos, denominados  vatileaks.

(Antonio Aradillas).- Como periodista y como sacerdote y, sobre todo, en calidad de cristiano de a pie, recopilo y suscribo con el debido respeto las reflexiones siguientes:

. Por amor de Dios, jubílese ya, Santo Padre. Así lo mandan los sagrados cánones y, por muy teólogo que se sea, o se haya sido, por mucha y ponderada que sea la acción del Espíritu y su promesa de especial vigilancia que le preste a sus ideas y a su proceder como Pastor Supremo de la Iglesia Universal, los años son los años para todos, y su capacidad de ser libre y prescindir de influencias colaterales se limita “por la gracia de Dios” y las leyes de las que la sabia naturaleza se sirve con humanidad y eficacia.

. Con hermenéuticas presentadas en contextos y tonos pretendidamente dogmáticas, y casi dictatoriales y a la defensiva, ni es ni parece oportuno y correcto proclamar ser doctrina esencial en la Iglesia, y como emanada de la voluntad expresa de Cristo Jesús, la aseveración de que jamás será lícito en ella la aspiración de tantos cristianos/as de que las mujeres lleguen a ser y a ejercer el orden sacerdotal en la Iglesia.

. La situación de marginación en la que viven el otrora “devoto sexo femenino” ya no está en disposición de que se les clausuren las puertas de su liberación” en el nombre de Dios”, y teniendo a su favor el asentimiento de preclaros y sensatos teólogos y biblistas, porque así lo demande el Papa.

. Solo o casi solo esto le faltaba al hombre-varón, a las leyes por él ideadas, a las costumbres por él mantenidas con particulares intereses de todo tipo, tanto personales como colectivos, con flagrante y radical afrenta y agravio para la mujer, para afianzar aún más doctrinas y comportamientos antifeministas, sacramentalizándolas y hacer de ellas precepto divino.

. El sentido común, generalizado en los países civilizados, y a punto de universalizarse, y ya con tan felices grados de aceptación, también en Iglesias tan cristianas como la nuestra, pero con más acentuada praxis y vocación de ecumenismo, con oportunidad y mayor entidad de aforo y discernimiento de la realidad y de la coyuntura actual en todos los frentes -también en el religioso-, reclaman evangélicamente el reconocimiento de la legitimidad de la mujer para aspirar al ejercicio ministerial como sacerdote .

. Muchas de ellas, y de ellos, aunque estos en proporciones todavía minoritarias, están evangélicamente convencidas “por la gracia de Dios”, de que el único obstáculo que existe en la Iglesia Católica a la negación cuasi-doctrinal de la mujer sacerdote, radica en el antifeminismo ancestral que ha caracterizado a la mayoría de las religiones paganas, con tantas y tan dramática secuelas respeto a la discriminación femenina, aún como seres humanos.

. Pero de este alegato no se excluyen otros temas, tales como el de la minoría de edad en la que de por vida se les supone y hace vivir a los laicos/as en la Iglesia, con la única opción de decir AMEN, el del gigantismo infalible de sus responsables, la vehemente aspiración canónica y canonizadora de condenar a la infelicidad eterna -en esta vida y en la otra- a los pobres cristianos infieles y al resto de la humanidad empedernidos en sus convicciones , aunque las vivan en conformidad con su cultura y sus tradiciones.

. El alegato sigue,- y por desgracia seguirá por más tiempo y dolor- lamentando pecados de pederastia y asimilados en miembros, cualificados o no, de la Iglesia, que en contadas ocasiones no tuvo otro remedio, por exigencias de la justicia penal de diversos países, que subsanar sus desventurados efectos para sus protagonistas y para su fama de benefactores de la humanidad. La seguridad que tienen muchos de que, de no haber sido noticias hechos tan luctuosos, todo o casi todo hubiera seguido igual, expresa funestamente formas y maneras de ser y de actuar en otras circunstancias y al servicio hipócrita del “buen nombre” de la Iglesia.

. Dejaría de ser “alegato” y “antipontificio” esta crónica, anticipo de otras posibles, si al menos no se reseñaran siquiera, aunque sin valoración por ahora, informaciones relativas a bancos, bancas, valores, fondos, dineros, cambios, acciones, caudales, monedas, patrimonio, peculio, bonos y tan rica y plural terminología de operaciones, con fulgurante descalificación para el dato de que todo un banco se apellidara “Vaticano”. A la sombra de santos y santas, en lugares sagrados o para-sagrados, a las órdenes de monseñores y de prebendados, con indulgencias o sin ellas, con frecuencia los miembros del Pueblo de Dios y de otros pueblos han sufrido y sufren escándalos insufribles en su diversidad de estamentos, clases y estados. Precisamente en estas estancias, tan discretamente anotadas, es en las que quisiéramos escuchar la palabra de Dios, acaudalada y pudiente, y con más severos acentos pontificales.
No reconforta pensar que alegatos similares, y más resonantes que estos, pudieran firmarlos multitud de cristianos -también sacerdotes- , aunque se apresuren a encubrir las razones-sinrazones por las que no se decidan a hacerlo.

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Tres sacerdotes eligieron hundirse en el «Titanic» conduciendo almas al cielo

Últimas fotografías del Titanic tomadas por un  jesuita

En la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912 se hundió el Titanic y nació la leyenda, que cumple este sábado su primer centenario. Llega la fecha acompañada por la versión 3D de la película de James Cameron, donde en varias escenas se aprecia la labor espiritual de un cura cuando el barco comienza a hundirse de proa y ya sólo queda dar ánimos a los supervivientes y rezar con ellos esperando el final inevitable.

No se trata de un recurso cinematográfico del director o el guionista. En el barco hubo tres sacerdotes católicos, de diferentes países, que no se conocían entre sí, que estaban en el trasatlántico por razones muy distintas, pero que todos hicieron honor a sus órdenes sagradas observando un comportamiento heroico, como recuerda un reciente artículo de Our Sunday Visitor.
 Jouzas Montvila, Benedikt Peruschitz y Thomas Byles, estaban ahí providencialmente.

Providencialmente estaban ahí para  impartir los sacramentos

Jouzas Montvila, de 27 años, lituano, se subió a bordo en Southampton con un billete de segunda clase. Se dirigía a Estados Unidos para atender la pujante comunidad de compatriotas en Norteamérica. Había sido expulsado de Lituania por los rusos, que la dominaban, al descubrirse su apostolado entre los ucranianos católicos.
El benedictino Benedikt Peruschitz, de 41 años, alemán, también viajaba en segunda. Su destino era la Abadía de San Juan en Collegeville, Minnessotta, donde se incorporaría como profesor. Según testigos, pasó sus últimos momentos de vida guiando el Rosario a un grupo de viajeros, a pesar de que otros, quizá todavía incrédulos de lo que iba a pasar, se reían de ellos.

Thomas Byles, de 42 años, provenía de una familia aristocrática, y era hijo de un ministro congregacionalista. Se hizo anglicano mientras estudiaba en Oxford, en 1894 se convirtió al catolicismo y en 1902 fue ordenado sacerdote. Como sus otros dos compañeros, subió al Titanic en Southampton y viajaba en segunda clase. Le esperaban en Nueva York para casar a su hermano. Celebró misa dos veces el día del hundimiento, una para los pasajeros de segunda y otra para los de tercera. A estos últimos, inmigrantes de numerosos países, les predicó en inglés y francés, y en su misma misa lo hizo el padre Peruschitz en alemán y húngaro. Cuando se supo que el buque había chocado con un iceberg, dejó su segunda clase y se bajó a tercera, donde escuchó algunas confesiones antes de ser todos evacuados a cubierta.

Los testigos que sobrevivieron a la tragedia recordaron luego que a los tres sacerdotes, que estaban animando y rezando con los pasajeros en distintas cubiertas del barco, se les ofreció un puesto en los botes salvavidas, y los tres rehusaron. Se hundieron con el Titanic, y los cuerpos jamás fueron rescatados.

El jesuita Browne fue el último fotógrafo del Titanic

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El seminarista fotógrafo

Se da la circunstancia de que la última foto que se le hizo al capitán Edward John Smith la sacó un seminarista de la Compañía de Jesús, que descendió del Titanic en Queenstown, Irlanda, última escala antes de partir hacia América. 

El jesuita Frank Browne (1880-1960) tenía entonces 32 años. Su tío, Robert Browne, obispo de Cloyne (Irlanda), le había regalado ese pequeño viaje en primera, así que fotografió la parte más célebre y lujosa del Titanic, aunque también los camarotes y bodegas de tercera.

El joven Browne vivió una vida intensa. Su vinculación familiar eclesiástica le permitió conocer al Papa San Pío X en audiencia privada, y antes había compartido aula con el escritor James Joyce, quien le incluyó entre los personajes de su obra Finnegans Wake.

Como cuenta Sarah McDonald para CNS, estando a bordo un matrimonio norteamericano amigo suyo le ofreció pagarle el viaje hasta Nueva York para completar la travesía. Browne mandó un telegrama a su superior, el provincial de Dublín, para pedirle permiso, pero éste fue tajante en su respuesta: “Baje de ese barco”.

Así que le salvó la vida. Y durante la Primera Guerra Mundial se convertiría en un condecorado capellán del ejército británico, además de un consumado fotógrafo. Publicó un libro con sus fotos del Titanic. Y en 1985, un cuarto de siglo después de su muerte, se encontró por casualidad en la casa general de los jesuitas en la capital irlandesa un archivo con 42.000 instantáneas que había ido tomando a lo largo de su vida.

Tal vez, de no haber mediado la debida obediencia religiosa, entre ellas figuraría una estampa real del barco fantasmagóricamente inclinado en la vertical, antes de convertirse en mito.

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Castigo de Maciel, fue sólo para legitimar el papado de Joseph Ratzinger: analista

Dr. Salvador Guerrero Chiprés, denunció encubrimiento de Ratzinger en favor de Maciel

Protagonista principal de la revelación de los abusos sexuales del fundador de los Legionarios de Cristo, el periodista Salvador Guerrero Chiprés sostiene que el castigo tiene como objetivo legitimar el papado de Joseph Ratzinger.

La iglesia católica calcula y castiga para relegitimarse y reposicionarse.

Al retirar al fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, la autorización para ejercer labores de ministerio, la dirigencia católica mundial arroja una multiplicidad de mensajes. Entre ellos está el de que para ser el activo y más legítimo Vicario de Cristo que quiere ser, Joseph Ratzinger debe olvidar al Joseph Ratzinger que encubrió a Marcial Maciel al menos entre 1998 y el año 2005.

Ratzinger fue responsable de la posición ideológico-política por excelencia, la Congregación para la Doctrina de la Fe, y protegió a Maciel junto con el ex secretario de Estado de El Vaticano, Angelo Sodano y el fallecido Juan Pablo II.

El deslinde que implica la desautorización pública a Maciel es histórico en un doble sentido al menos: es la primera vez que ocurre en la historia de una congregación y se registra mientras el acusado está con vida y sujeto por tanto al escrutinio de lo público y más específicamente, lo mediático, como nunca antes lo fue congregación alguna.

Irónicamente, en los medios y en la propaganda, un área y una habilidad que dominó desde su incipiente madurez Maciel, no puede evitarse, desde el escenario ideológico de la más conservadora oligarquía cristiana, ser objeto y sujeto de la información gracias al deslinde, así sea insuficiente, del papa Benedicto XVI.

Cuando publiqué el reportaje sobre los abusos sexuales de Maciel, el mismo mes de abril de 1997 (14 al 17 y siguientes en La Jornada), mientras se me permitía organizar –para un fallido proyecto televisivo– un examen para reporteros de un programa que en Televisa, casi simultáneamente a la muerte de El Tigre Emilio Azcárraga, tres factores se evidenciaron: 1) la estrechísima relación entre Maciel y El Tigre y, en sentido amplio, entre Maciel y la élite financiera y mediática del país; incluso el audaz Ricardo Rocha no pudo introducir entonces el tema que esperó hasta el año 2002 para ser abordado con la autorización de Emilio Azcárrga Jean; 2) durante mi trayectoria como diarista, de casi quince años, para entonces la mayor parte en La Jornada, único medio que dio seguimiento a la información hasta que pocas semanas después Canal 40 en un programa de Ciro Gómez Leyva agregó datos y fuerza a la investigación del diario y a la iniciada, incompleta, considerando la información que le fue entregada, por el Hartford Courant en febrero de 1997, nunca recibí tal cantidad de amenazas, ostracismo e insultos en comparación con los que pudieran esperarse de cubrir asuntos vinculados al crimen organizado, la guerrilla o la crítica periodística al poder partidario y 3) las secuelas de una segunda y tercera generación de pederastas estaba presente: en el mismo examen practicado a candidatos a reporteros un estudiante de la Anáhuac se acercó para asegurarme que casos de abuso le habían sido comentados por compañeros suyos, provenientes de antiguos personajes cercanos a Maciel. Aún el eclecticismo de la vida universitaria, así sea conservadora, de la universidad fundada por Maciel no neutralizó del todo la realidad del trigo y la cizaña que sí crecieron juntos.

Recuerdo una afirmación con que Maciel terminaba una carta el 20 de noviembre de 1953, tres años antes de la investigación que inició el Vaticano en su contra y para la cual la iglesia católica tardó medio siglo en definirse. Resolución insuficiente si se considera que la justicia a la que apelaban las víctimas incluye por ejemplo la petición personal de perdón. Aquella afirmación, “la vida es una y se vive una sola vez”, consignada en el robusto texto publicado por las víctimas en Milenio el 8 de diciembre de 1997 e integrada después al expediente de la investigación en El Vaticano, trae a la mente al sacerdote que en la película Luz de invierno (Ingmar Bergman, 1963) en la cual el sacerdote protagonista se ha convertido, valga la expresión, al ateísmo y oficia misa a pesar de ello. Su alma aparece ante el calor de La Palabra tan congelada como el invierno en que transcurre el anécdota, metáfora ilustradora del silencio de Dios que para los victimarios fue el silencio de la jerarquía eclesiástica durante cinco décadas. El espíritu de Maciel, en la propia concepción católica en que encubrió su enorme apetito sexual y su adicción a la droga, fue desplazado por una cruda visión cuasi atea de una realidad que aprendió a controlar después de que fue sujeto a investigaciones por abusos a compañeros menores en los seminarios en que estudió en Jalapa y Nuevo México antes de que fundara en 1941 la congregación más exitosa de la historia latinoamericana. Una congregación diseñada por él mediante el poder, la seducción retórica que ansiaba la clase media alta y la oligarquía desplazada por la revolución mexicana y que le permitió proteger su íntima impunidad.

Las víctimas apostaron hace nueve años a rescatarse y a rescatar a la jerarquía católica mundial de las inconsistencias de su propia retórica. Hoy obtienen un éxito parcial.

El detalle de las omisiones y coacciones contra las víctimas, cometidas en 1956 durante la primera investigación a que fue sometido Maciel, es todavía desconocido ¿cómo actuó la élite católica para impedir el desahogo de la investigación? ¿De qué manera intervino la valoración de la obra de Maciel, en particular su capacidad de conectarse con la sociedad no revolucionaria de los años cuarenta en adelante? ¿Cómo la alta valoración que los papas de los últimos 50 años concedían al vínculo “con los jóvenes”? ¿Cómo influyó la conexión con una élite aportadora de bienes cuyo poder político e ingreso comprometieron la satisfacción de la demanda de justicia de sus víctimas?

Amedrentadas en 1956, pero recuperadas para la historia de su propia integridad tras su irritación en 1994, cuando el Papa Juan Pablo II felicitaba a Maciel, “guía eficaz de la juventud”, las víctimas se relanzaron a la búsqueda de su verdad.

La autoridad papal decidió protegerlo en los años 50. Medio siglo después, el Papa considera que hay que redefinir las fronteras de la validez de algunas congregaciones frente a otras y respecto del proyecto universalista de Ratzinger que, para tener éxito, se deshace de un peso moralmente muerto en el trayecto hacia un nuevo liderazgo en Europa. En particular, la decisión quiere contribuir al apartamiento papal de una noción de hedonismo y consumismo en cuyo contexto el deslinde de Maciel es útil al sucesor de Pedro en cuyas redes han sido atrapados peces buenos y peces perversos.

Fuente Milenio 23 de mayo de 2006 http://www.sectas.org/marcial_maciel_23mayo_6.asp


*EDITÓ: gabrielsppautasso@yahoo.com.ar DESDE EL BUNKER, POR GRACIA DE FORO CATÓLICO BLOG. POR SAN ANICETO, Papa y Mártir, Ave María Purísima. Gspp. 17 de abril de 2012*

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