miércoles, 9 de mayo de 2012

*SEFARAD, UNA NOVELA DE NOVELAS de ANTONIO MUÑOZ MOLINA *


Me gusta sentarme delante de ese cuadro de VELÁSQUEZ, el retrato de esa niña morena, que nadie sabe quién fue, ni cómo se llamaba, no por qué VELÁZQUEZ la pintó, nos dijo.

Editó: Lic. Gabriel Pautasso

Grupo Santillana. Madrid, 2001. Félix Nussbaum, Autorretrato con pasaporte judío, 1943 Kulturgeschichtliches Museum, Osnabrück, VEGAP, Madrid, 2001·. 

*“Sí”, dijo el ujier, “son acusados, todos los que ve aquí son acusados”. “¿De veras?”, dijo K. “Entonces son compañeros míos”.  FRANZ KAFKA,  El Proceso* 

*SEFARAD pp. 588-593*

Me gusta sentarme delante de ese cuadro de VELÁSQUEZ, el retrato de esa niña morena, que nadie sabe quién fue, ni cómo se llamaba, no por qué VELÁZQUEZ la pintó, nos dijo. Seguro que ya lo han visto, pero no se vayan sin mirarlo y no lo vean nunca de nuevo. Con los años, uno deja de fijarse en las cosas, se habitúa a ellas y ya no las mira, no sólo por indiferencia, sino también por higiene mental. Los vigilantes de  cualquier museo se volverían locos si vieran permanentemente todos los cuadros que le rodean, con todos sus detalles. Yo entro aquí y no creo ya nada, después de tantos años, pero a esa niña de VELÁZQUEZ la veo siempre, tiene un imán que me atrae hacia ella, y siempre me mira, y aunque me sé de memoria su cara siempre descubro en ella algo nuevo, como imagino que descubre una madre o un padre en la cara de su hijo, o un amante en la que de la persona amada. Los cuadros, aquí y en cualquier museo, representan a poderosos o a santos, a gente hinchada de arrogancia, o trastornada por la santidad o  por el tormento del martirio, pero esa niña no representa nada, no es ni la Virgen niña ni una infanta ni la hija de un duque, no es nada más que ella misma, una niña sola, con una expresión de seriedad y dulzura, como perdida en una ensoñación de melancolía infantil, perdida también en este lugar, en los salones ampulosos y algo desastrados de la Hispanic Society, como una niña encantada en un palacio de cuento en cuyo interior el tiempo dejó de transcurrir hace un siglo. Tiene una mirada franca y al mismo tiempo de timidez y reserva, y sus ojos oscuros se posan ahora en los míos, mientras estoy escribiendo, aunque me encuentro ahora muy lejos de ella y de aquel mediodía nublado en Nueva York, en vísperas de la partida. Sólo han pasado unos meses y los recuerdos son todavía nítidos y firmes, pero si pienso detenidamente en esas horas de la Hispanic Society, en la cara de esa niña de VELÁZQUEZ, en la voz y en los ojos de fuego de la mujer que no llegó a decirnos su nombre, todo tiene el temblor, la consistencia frágil de lo que no se sabe  si llegó a suceder de verdad de verdad. Guardo pruebas, detalles materiales, la tarjeta Metrocard que usamos para el autobús que nos llevó tan lejos, las postales que compramos en la tienda de la Hispanic, que es una tienda muy precaria, en la que todavía quedan existencias de postales en blanco y negro de hace un siglo, y guías y catálogos de publicaciones que podrían estar en esos mostradores de las librerías de lance en los que se ofrece lo más deteriorado y menoscabado. Pero en ese lugar imprevisible una tienda tan modesta, con algo de apocado estando español – cómo no compararla con las tiendas de otros museos de Nueva York, espectaculares supermercados de lujos – ocupa un salón enorme, inexplicable en su organización del espacio, circundado por completo por grandes mostradores de madera oscura, como anaqueles de un desmesurado almacén de tejidos de principios de siglo o como esas cómodas gigantes que se ven en las sacristías de la catedrales, y en las que se guardan las ropa litúrgicas. La tienda ocupa una esquina deslucida, una parte del mostrador, detrás del cual se sienta una señora muy mayor con todo el aire de ponerse a tricotar en cualquier momento, en cuanto se vayan estos dos raros visitantes que ahora repasan una colección mustia de postales. Y todos los muros, desde el suelo hasta el techo, están ocupados por pinturas ingentes, o por una sola pintura que transcurre sin interrupción en toda su amplitud, y en la que están representados, como un delirio barroco de carnaval o en el desorden de las láminas de una enciclopedia, todos los trajes regionales, los oficios y los bailes antiguos, los paisajes de España, toda la bisutería del romanticismo folklórico pintada a destajo por JOAQUÍN SOROLLA, como una Capilla Sextina consagrada a glorificar la pasión hispánica de Mr. HUNTINGTON, a celebrar en grandes brochazos de color cada tipo racial, cada polvoriento vestuario o tocado ancestral o particularidad antropológica, los caballistas andaluces con sus sombreros de ala ancha, y los castellanos con que caras rugosas y quemadas, y los aragoneses bailando jotas con pañuelos rojos atados a la nuca: también los naranjales, los olivares, las aguas cantábricas en las que faenan los pescadores del norte, los hórreos gallegos y los molinos de La Mancha, las gitanas andaluzas con vestidos de volantes y las falleras valencianas con sus faldas tiesas de almidón y pedrería y sus peinados rígidos como de damas ibéricas, las huertas y los páramos, los cielos violáceos del GRECO y la luz clara y jugosa del Mediterráneo, metros y metros cuadrados de pintura, una profesión de caras como máscaras y ropas como disfraces que tiene toda la densidad y el mareo de un baile de carnaval, y también la minuciosidad abrumadora de un catálogo o de un reglamento, cada lugareño con sus rasgos vernáculos y su uniforme pertinente, uncido a sus costumbres eternas y a su paisaje regional, cada individuo tan clasificado en su origen y en su patria chica como los pájaros o los insectos en su categorías zoológicas.

Pero lo que ahora tengo delante de mí, en mi cuarto de trabajo, junto al teclado del ordenador o computadora y a la concha blanca y pulida por el agua que ARTURO encontró hace dos veranos en la playa de Zahara, es una de las postales que compramos en la tienda de la Hispanic Society, el retrato de esa niña morena, delicada, solitaria, perfilada contra un fondo gris, que me mira ahora como aquel mediodía, cuando fuimos a mirarla por última vez antes de marcharnos, en la víspera de nuestro viaje de regreso, cuando ya casi no está estábamos en Nueva York aunque todavía nos faltara un día entero para volar hacia Madrid y el tiempo se nos deshacía entre los dedos con una inconsistencia de papel quemado, de hojas de ceniza, minutos y horas sin sosiego, como el tiempo atribulado y fugaz de los amantes clandestinos que  nada más verse ya saben que ha empezado para ellos la cuenta atrás de la separación. Al inventar uno tiene la vana creencia de que se apodera de los lugares y las cosas, de la gente acerca de la que escribe: en mi cuarto de trabajo, bajo la luz de la lámpara, que ilumina mis manos y el teclado, el ratón, la concha cuyas acanaladuras me gusta acariciar distraídamente con las yemas de los dedos, la postal de LA NIÑA DE VELÁZQUEZ, puedo tener la sensación de que nada de lo que invento o recuerdo está fuera de mí, de este espacio cerrado. Pero los lugares existen aunque yo no esté en ellos y aunque no vaya a volver, y las otras vidas que viví y los hombres que fui antes de llegar a ser quien soy contigo quizás perduran en la memoria de otros, y en este mismo momento, a seis horas y seis mil kilómetros de distancia de este cuarto, la NIÑA que me mira desde la pálida reproducción de una postal mira y sonríe levemente en un lienzo verdadero y tangible, pintado por VELÁZQUEZ hacia 1640 y llevado a Nueva York hacia 1900 por un multimillonario americano, colgado en un gran salón medio en penumbra de un museo que visita muy poca gente. Quién sabe si ahora mismo, cuando en Nueva York son las dos y cuarte de la tarde y aquí empieza un anochecer de diciembre, habrá alguien mirando la cara de esa NIÑA, alguien que advierta o reconozca en sus ojos oscuros la melancolía de un largo destierro. 

*NOTAS de LECTURAS*

 *(para aficionados que quieran ser escritores…)*

*HE INTENTADO muy poco en las historias y las voces que se cruzan en este libro. Algunas las he escuchado contar y llevaban mucho tiempo en mi memoria. Otras las he encontrado en los libros. A WILLI MÜNZERBERG lo descubrí leyendo “El fin de la inocencia”, de STHEPHEN KOCH, Tusquets, 1995 y le seguí la pista en “El pasado de una ilusión (Fondo de Cultura Económica), de FRANÇOIS FURET, libro tan admirable como su título, y el segundo volumen de las memorias ARTHUR KOESTLER, “The invisible writing”, así como en un número sorprenderte de páginas de INTERNET.
El hermoso nombre de MILENA JESENSKA lo vi por primera vez en las sobrecogedoras Cartas a Milena, de FRANZ KAFKA, en un volumen de bolsillo de Alianza ed. que ha ido mucho tiempo conmigo. Fue su nombre solo en el título de un libro, MILENA – de nuevo Tusquets – el que me llevó a descubrir a su autora, MARGERETE BUBER.NEUMANN, de quien había encontrado algunas pistas en KOCH y en FURET, como un personaje menor de nota a pie de página. Los dos volúmenes de su autobiografía, cuya versión francesa rastreé en el catálogo de Seuil Ed. – “déportée en Siberie, “Déporteé à Ravensbrück – me los envió velozmente desde Paris mi editora ANNIE MORVAN. Es curioso que en este sombrío asunto de los infiernos erigidos por el nazismo y el comunismo abunden tantos los testimonios de MUJERES: me han sido vitales “Contra toda esperanza” (Alianza Editorial), de NADESHDA MANDELSTAM, y sobre Journey into the Awhidlwind, de EUGENIA GINZBURG, cuyo nombre había leído por primera en un libro extraordinario de TVESTAN TODOROV que descubrí en traducción inglesa, “FACING THE EXTREME – Moral life in the concentration camps - . De TODOROV aprendí mucho leyendo en Taurus “EL HOMBRE DESTERRADO”.  Sobre la situación de los judíos de España leí extensamente en “LOS ORIGINES DE LA INQUISICIÓN”, el tendencioso y ciclópeo estudio de BENZION NETANYAHU, y del mucho más breve y también más equilibrado clásico de HENRY KAMEN, “LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA (Crítica), SIN OLVIDAR un libro que a mi parece extraordinario, a pesar de su extrema concisión, “HISTORIA DE UNA TRAGEDIA, de JOSEPH PEREZ, también publicado en España por la Editorial Crítica. Mi amigo EMILIO LLEDÓ ha leído en el original alemán los extensísimos diarios del profesor VICTOR KLEMPERER: yo sólo conozco la versión inglesa en dos volúmenes que se ha publicado con el título de “I WILL BEAR WITNESS; A DIARY OF THE NAZI YEARS”. Es triste pensar que libros de tanta hondura no son casi nunca accesibles al lector en español.
Pero casi me olvidaba de citar a dos de los escritores más decisivos en mi educación de los últimos años, sin los cuales es muy probable que ni este libro se me hubiera ocurrido ni yo habría encontrado el estado de espíritu necesario para escribirlo. Me refiero de JEAN AMÉRY sobre Auschwitz y a PRIMO LEVY. El libro de JEAN AMÉRY sobre Auschwitz lo descubrí por azar, y sin haber tenido antes la menor noticia de su existencia, en una librería de París, en 1995. Lo publicó ACTES SUD con el título de “PAR  DELÀ LE CRIME ET LE CHÂTIMENT”, y  no tengo noticia de que se haya interesado por él ninguna editorial española. Gracias a MARIO MUCHNICK, sin embargo, el lector español tiene acceso a la gran trilogía memorial de PRIMO LEVI, que incluye “SI ESTO ES UN HOMBRE, LA TREGUA y LOS HUNDIDOS Y LOS SALVADOS”. Lo que se puede aprender sobre el ser humano y sobre la Historia de Europa en el siglo XX en esos tres volúmenes es terrible y también aleccionador, y honradamente no creo que sea posible tener una conciencia política cabal sin haberlos leído, ni una idea de la literatura que no incluya el ejemplo de esa manera de escribir.
Hay otros libros, pero estos que he nombrado son los que más me alimentaron mientras escribía SEFARAD. También he procurado prestar atención a muchas voces: entre ellas, debo nombrar con gratitud y emoción las de FRANCISCO AYALA y JOSÉ LUIS PINILLOS, y la voz sonora y jovial de AMAYA IBÁRRURI, que una tarde de invierno me invitó a café y me contó algunos episodios de la novela más extraordinaria de su vida, la de ADRIANA SELIGMANN, que me habló de las pesadillas en alemán de su abuelo, y la TINA PALOMINO, que vino a casa una tarde en la que yo ya creía tener terminado este libro y me hizo comprender, escuchando la historia que sin darse ella cuenta me estaba regalando, que siempre queda algo más que merecía ser contado. Madrid, diciembre de 2000.


DIARIO PAMPERO Cordubensis
INSTITUTO EREMITA URBANUS
Córdoba de la Nueva Andalucía, 13.14 de abril del Año del Señor de 2012. Fiesta de HERMENEGILDO. Rey y Mártir.
Sopla el Pampero-¡viva la patria! ¡laus deo trinitario! ¡viva Hispanoamérica! Ave María purísima!
Gspp* 

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